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Capítulo 2. Borrachas

Por Franco

Llegué de la empresa, hacía un calor infernal, eran las tres de la tarde, volví a esa hora porque era sábado, y los sábados no suelo trabajar todo el día.

Me puse un short de baño y me dirigí a la piscina, me iba a refrescar, estaba por zambullirme de cabeza, cuando las veo.

Estaban de espalda, me molesta bastante ver a mi hermanita con una pequeña bikini, se expone demasiado, aunque… estaba en casa.

También estaba Ornella, con una bikini más pequeñita aún…

Dios, que culo…

En lugar de tirarme a la pileta, me acerqué a las chicas.

—Hola.

Al acercarme, me di cuenta que tenían la parte del corpiño de la malla, desabrochada, para no tener marcas de bronceado.

¿La delantera, Orne, también la tendrá sin marcas de corpiño para broncearse pareja?

Mi hermana no se movió, pero Ornella se incorporó un poco, levantando su torso.

¿Qué le pasa?

Le estoy viendo el pecho desnudo… Bueno casi, tampoco se incorporó demasiado y sé que estoy mirando demasiado.

Se da cuenta que la estoy mirando y aún así no cambia de posición.

No puede ser.

¿Por qué me pasa esto a mí?

Yo, desde que ella se desarrolló, siempre traté de mantenerme al margen, de no mirarla con ojos que no sean como los de un hermano mayor o los de un primo.

Pero sé que no siempre lo logré.

Aunque tengo novia y de verdad la quiero.

A Claudia la conocí en la facultad, hace tres años que salimos, vamos bastante en serio, no estamos comprometidos ni nada por el estilo, pero me proyecto junto a ella en el tiempo, así debe ser la vida.

No obstante, siento algo inexplicable por Ornella.

Debe ser porque sé que para mí está prohibida.

Es tan jovencita y me vuelve loco como se viste.

Siempre tan provocativa, tan distinta a Claudia.

Claudia se viste formal porque es abogada, trabaja en un juzgado.

No puede vestirse como una chiquilla.

Ya no tiene 18 años…

Claudia tiene mi edad, es adecuada para mí.

Pienso todo ésto, pero no dejo de mirar su pecho, me estoy sintiendo muy incómodo y aún así, sigo mirándola, adivinando lo que no se vé y deleitándome por lo que se vé.

—Te estoy hablando Franco.

Dice mi hermana.

Menos mal que está mirando para otro lado, de verdad estaba perdido, con mis ojos clavados en Ornella.

—Ehhh, sí.

Se incorpora ella también.

Emocionada.

—¡Buenísimo!

No sé por qué dice buenísimo.

Pero ésto es incomodo, está en la misma posición que Ornella.

—Mili, tapate, estás desnuda y soy tu hermano.

—Sos un enfermo, no se me ve nada.

—No me gusta que estén sin malla.

—Tenemos mallas puestas y estamos solas.

—Estoy yo.

—Pero sos mi hermano.

—Pero no sabés si vengo con alguien.

—No viniste con nadie.

—Se tapan más, las dos.

Dije sin poder apartar la vista de Ornella, no puede estar así, me...vuelve loco.

Nadé un rato largo, necesitaba cansarme y enfriarme.

No sé si ella es consciente de lo que me hace sentir.

Cuando ya estaba agotado, salgo de la pileta y Ornella está sola, de espalda, pero sentada y sigue sin corpiño.

Me tendría que haber ido, pero una fuerza inconsciente e incontrolable hizo que me acerque.

—¡Qué susto!

Me dice mientras agarra lentamente el corpiño de la malla y se lo pone, a todo esto la vi completamente desnuda, hasta el lunar y sus pezones rosados, está bien que se tapó con el brazo, pero yo...la ví, en otro momento me hubiera alejado, sería lo correcto.

No sé en qué momento se volvió tan descarada.

Y en qué momento creció tanto.

—¿Me atás la malla en la espalda? Porque si me muevo, me ves y no te gusta.

Como decirle que me encanta, que estoy fascinado, pero que no es correcto...

No es correcto lo que siento, es la ahijada de mi madre, la mejor amiga de mi hermana, una prima para mí.

Mi manos casi temblaban, por favor, con mi experiencia y me estaba comportando como un adolescente.

Al agarrarle la tirita de la malla le roce la piel, yo me estaba conteniendo para que mis manos no se vayan a un lugar incorrecto, ya sé, estaba de espalda, pero mis manos tenían ganas de deslizarse hacia adelante.

Le hice un nudo apretado y fuerte, no se lo va a poder desatar sola, me imaginé a mí desatándolo.

Estaba tan cerca de ella que mi aliento rebotaba en su cuello.

La solté de golpe y me fui, como alma que lleva el diablo.

Estaba excitado, ella tiene que ser consciente de lo que me produce su cercanía.

Sé que ella algo debe sentir por mí, o a lo mejor lo que siente es que le gusta ponerme a mil, ya lo dijo el otro día en mi oficina, que le encanta que la miren y le digan cosas.

No sé en qué momento empezó ésto, tal vez existió siempre, bueno, no siempre.

Hace un par de veranos atrás, empezaron a vestirse más provocativas, ella y mi hermanita,

No me gusta que mi hermana se exponga y Ornella, bueno, Ornella...tampoco.

Llegué a mi habitación avergonzado por la carpa que tenía en mis pantalones, no puedo controlarme, eso me molesta y mucho.

Este año, justo después de cumplir los 18, se destaparon totalmente.

Estuve el resto del día en mi habitación, traté de dormir un rato, a la noche íbamos a cenar con Claudia y después terminamos en su departamento.

Claudia insiste en que yo viva solo, pero mi madre todavía está mal y mi hermana necesita atención, que la lleve, la acompañe, la busque…

No le quiero comprar un auto porque la calle es peligrosa y porque me gusta que ellas dependan de mí.

Mi hermanita y Ornella…

Estoy a punto de salir, cuando las veo bajar por la escalera, vestidas casi como prostitutas, maquilladas al máximo.

—Mili ¿Qué hacés vestida así?¿A dónde vas?

—Te pregunté hoy, cuando estábamos tomando sol y me dijiste que sí, hasta te contesté buenísimo.

Mierda, es verdad, dijo buenísimo y yo por mirar como un baboso a Ornella, no sabía que me había dicho.

No le puedo decir que por estar perdido mirando a su amiga, dije cualquier cosa.

—¿A dónde van?

—Ya te dije, a la discoteca nueva.

—Están muy llamativas vestidas.

—Que cuida que sos, hermanito.

—Mili no te podés vestir así y vos...tampoco.

Mi hermana, ignorándome por completo, fue a la cocina y Orne se me acercó, mucho.

—¿Por qué no puedo ir así?¿Estoy fea?

—Yo…vos…no podés salir tan llamativa.

—Eso es cuestión de opinión… mientras no me quede mal, yo me siento cómoda así.

Gira mostrandome como le queda ese enterito rojo, que se puso, es short, enterito, ajustado, una tela que se le pega a su cuerpo, le marca todo y otra vez está sin corpiño, se le vé todo y quien sabe con qué degenerados se van a cruzar.

—Ya crecimos, puedo usar ésto y otras cosas.

¿Por qué se me acerca tanto?

—Ornella...tenés que taparte un poco más, ponete ropa interior, por favor.

—Tengo bombacha, es colaless para que se luzca más el catsuit.

—Ornella, no me podés decir que ropa interior tenés puesta, te escucha Claudia y se me arma.

—Claudia no está.

Dijo guiñandome un ojo.

Me acerco a ella, la estoy por acorralar contra la pared, a besarla como un loco, estoy perdiendo el sentido.

La agarré de los brazos, apoyándola contra la pared y escuché que se abre la puerta de calle.

Era mi mamá.

Me separé tan bruscamente que casi me caigo.

Estoy agitado, no puedo seguir así.

A lo mejor eso de vivir solo y verla un poco menos …

Estar cerca de ella es como una droga.

—Qué hermosa que estás Orne y vos también Mili, que la pasen lindo esta noche, a lo mejor conocen a algun chico que les guste.

Mi cara se desfiguró por completo

No quiero que a ella le guste alguien más.

Quiero ser el único con el que ella coquetee.

—Gracias tiuchi, sí, hay unos chicos te interesantes en nuestro grupo de amigos

Yo quiero ser el único interesante para Ornella.

—Menos mal que accediste a llevarlas y a buscarlas, Mili me contó.

Me callo, porque no sé cuando accedí a eso, ni siquiera pensaba dejarlas ir.

Las protejo.

No soy un hermano sobreprotector, bueno, tal vez un poco.

Pero Ornella...no quiero que salga, ni que conozca gente interesante, ni amigos, ni nada.

—No tengo problema en llevarlas y traerlas, solo digo que se podrían vestir un poco más…

—No me voy a vestir como una vieja, como se viste tu novia.

Dice Mili, que no pierde oportunidad para decir algo sobre Claudia.

—No empieces, no sé porque no les gusta Claudia.

—Es mala onda y es ella la que no nos quiere.

—Vamos, que después tengo que salir, cuando quieran volver, me llaman.

—O nos pueden traer los chicos.

—Nada de chicos, me llaman a mí.

Le digo a mi hermana, pensando que las pueden traer por separado y hacerles algo.

Salimos y las dejé en la puerta de la discoteca, es verdad, están todas las chicas vestidas más o menos parecidas, lo que sucede es que ellas se destacan.

Mi hermana era preciosa y Ornella es tan sexi, con esos ojos verdes preciosos y ese cuerpo que me genera tantas cosas.

Sin querer pensar más, las dejé en la cuadra de la discoteca, recomendándole mil cosas, Mili me quiere matar, Ornela me mira y también está bastante molesta.

Claudia ya estaba lista para salir, reprochándome que tardé, cuando le dije que fue porque dejé a las chicas en la puerta de una discoteca y que por eso se me hizo tarde, se puso peor.

—Es mi hermana y la tengo que cuidar.

Con eso que no se meta, le guste o no, soy el responsable y mi hermanita es mi prioridad.

—Sí, pero siempre está con Ornella.

—No se gasta el asiento del auto porque venga Orne.

Se calló la boca, la realidad es bastante molesto los celos que mi novia le tiene a mi hermana y ni decir los que le tiene a Ornella, y eso que no tiene idea sobre las erecciones que últimamente me está provocando Ornella, lo logra solo con verla y si se entera que estuve tres veces a punto de besarla, porque en la pileta, estaba más que loco por hacerlo, y en mi oficina, si ella no hubiera llegado, lo hubiera hecho...hace un rato, en mi casa también estuvo a punto de besarla,por suerte fuimos interrumpidos por mi madre.

Es mejor ser interrumpidos, no sé con qué cara la miraría después, porque con Claudia no pensaba terminar la relación.

Salimos a tomar algo y luego volvimos a su departamento, estábamos en lo mejor de la acción, estoy con ella encima, haciéndolo por segunda vez, cuando suena mi celular, lo ignoro, aparentemente, no obstante apuré el trámite, porque eran las chicas quienes me estaban llamando.

Claudia también piensa que son las chicas y alarga la cuestión.

El celular vuelve a sonar.

—Ahora estás conmigo.

Me dice cuando nota que yo miro ansioso hacia donde está mi celular.

Es verdad, es nuestro momento.

De todos modos, apuro los embestistes y me derramé, casi sin gozar.

No sé si Claudia llegó a tener un orgasmo, mi mente estaba pendiente del sonido de mi teléfono.

Apenas acabé, tomé el celular, trate de manejar mi respiración, no me gusta que me escuchen agitado, y que piensen que estoy teniendo sexo.

Llamé al número que me había llamado, era Ornella.

No le entendía muy bien, la música tapaba la mayoría del sonido y ella parecía borracha.

¿Borracha?

—Orne, ¿Estás borracha?¿Y Mili?

—Yo nop esatouy brooorsash.

Mierda, ni podía hablar.

Corto y llamé a Mili, me atendió Ornella de nuevo, diciendo que Mili está tomada, o al menos eso quería decir.

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