Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 6 - Mi hijo Eros

Eros no me dejó sola desde mi llagada en la mañana, mi pequeño pródigo. Sí, porque mi hijo era un niño genio. A sus casi seis años, ahora en enero los cumple, ya sabía a la perfección cinco idiomas, aparte del árabe, su idioma natal, en el último estudio realizado su coeficiente intelectual de doscientos dieciséis. Por eso asiste a una escuela especial, y puede que muy joven ingrese a una universidad, pero él ha dejado en claro que no quiere eso.

Siempre responde; «nací para que todo sé de a su tiempo mamá». Lo que dicen los especialistas era que él les enseñaba a ellos. Si, ha demostrado un interés muy grande por la medicina. Aun así, mi hijo no deja de ser un niño. Y desde hace poco más de un año tiene una obsesión con el mundo espiritual de los ángeles.

—¿Ya estás bien mami?

—Tengo al mejor futuro médico cuidándome.

Su sonrisa era una copia de su padre, como dicen en mi tierra, hijo negado sale pintado. Aunque él no fue negado, fue ocultado y salió duplicado.

—En nueve días. —Me puse a hacerle cosquillas.

—¡Ya lo sé!, el amor de mi vida cumple seis años.

Le di besos por toda su barriga, el cabello y esos ojos, igual a una noche estrellada, porque eran negros y brillantes. Como dicen por ahí, me quedé sin Alejandro, pero Dios me dejó un pedacito de él para sanar o más bien para poder sobrellevar y calmar mi quebrada alma. Porque a pesar de los años, yo no lo he podido olvidarlo, soy la mujer más tonta, pero esa una realidad.

—Mami, a los seis debes cumplir la promesa. —afirmé. Le di un beso en la frente.

—La otra semana nos deben de decir si ganamos en la licitación a la que nuestra empresa participó.

Entregamos los proyectos a mediados de enero, pero los inversionistas se pusieron ansiosos por comenzar, y en noviembre pasado nos informaron que en la primera semana de diciembre recibirían los proyectos. Supe que solo cinco presentaron. Me sorprendió y agradó saber que no era la única ñoña, aparte mi jefe; Ezio Loannidis me pidió licitar sola por primera vez.

Antes lo hacía bajo su ala, pero esta vez él se queda como inversionista, más no como constructor. Ese anciano había sido un gran soporte desde mi huida de Colombia bella, siempre he extrañado mi tierra y de un año para acá ha sido insoportable el deseo de regresar.

» Una vez me digan si ganamos o no, nos vamos de una para Colombia.

—Mamá no tiene nada que ver la licitación con el regresar a Colombia. La promesa era que a mis seis años hablaríamos con mi papá.

El corazón casi se me sale, los ojos se me humedecieron. Alejandro, si siente algún remordimiento por lo que pasó, apenas sepa que le oculté a Eros, va a odiarme.

» No temas papá no te odiará, yo hablaré con él. —Lo abracé—. Por eso llorabas, ¿cierto?

—Pareces adivino.

Desde los tres años le conté la verdad a Eros, luego de que sus terapeutas me dijeran que a él se le debe tratar como a una persona que entiende la realizada de la vida. Sabe que su padre se encuentra casado. Después de eso, a los meses se obsesionó con el tema de los ángeles.

—¿Vas a contarme?,

—No seas chismoso. —Lo abracé mientras él sonreía y me miraba con carita de ternero degollado, mi hijo no sabe lo idéntico que son sus gestos, su personalidad en algunos rasgos—. Vi a tu papá por error en una videollamada. —sus ojos brillaron, me abrazó fuerte.

—¡Gracias, mami!

Me dio un beso en la frente y con una alegría se bajó de la gigante cama de mi habitación, en el amor un fiasco, pero en la economía he recibido mucho trabajo muy bien remunerado.

—¿A qué debo tu entusiasmo? —Se encogió de hombros

—Me voy a investigar.

—¿Ahora con que vas a salir? El año pasado, con ese deseo de conocer los animales salvajes, llenaste la finca de Ezio; con un caballo, dos gatos, cuatro perros, doce gallinas, una serpiente, tres tarántulas, muchas asquerosas ranas, un lagarto. No me salgas con que ahora quieres un elefante, porque desde ya no te acolitaré eso, jovencito. —volvió a sonreír.

—Voy a investigar los animales propios de Colombia, y en esta semana vamos a la finca de Ezio para dejar en libertad a mis animales, espero que Grandioso, mi caballo, los gatos y dos perros, si no me los puedo llevar se queden donde mi abuelo político. —Se cruzó de hombros.

—Hijo llevar animales de un país a otro es muy complicado, no te prometo nada, además ellos están adaptados a su entorno. Más bien te compró en Colombia y los tenemos en la finca de tu abuelo Víctor. Aunque sí me gustaría poder llevarnos a Grandioso.

—¡Y qué lo case con una Yegua en Colombia!

—Los caballos no se casan hijo. —dije sonriendo.

—Lo sé, se aparean, pero me gusta la idea, ya que podría regalarle a mi hermanito un caballo.

Eso dolió. Hoy todo dolía, a mí me cuesta aceptar que Alejandro tenga otro hijo, sabía de su matrimonio con otra, obviamente deben acostarse y más con lo insaciable que era él en la cama, pero si no hubiera hijos no tendrías una certeza tangible… —. Te dejo sola mami, en un rato llegará mi nueva profesora Svetlana para mi clase de ruso.

—Hijo, ¿por qué se te dio por estudiar ese idioma? En tu listado de metas tenías el italiano y luego el portugués, te saltaste cinco años.

—Mami no sé, me gusta mucho. —hizo un gesto muy conocido para mí y eso volvió a estrujarme el corazón—. Estaré con mi nana, más tarde te traeremos el almuerzo, voy a arreglarme.

—Sí, anciano.

—Te amo belleza de madre.

Siempre que dice esa frase el corazón me daba un respingo. Él nunca ha escuchado a su padre decirme Belleza. Nadie de mis amigos y familia lo conoce para que le hayan dicho su modo de referirse a mí cuando me amaba.

—Y yo te adoro, mi genio.

Eros tenía razón, necesitaba estar sola, me quedaban diez días para resolver el regreso a Colombia. Debía buscarle un colegio especial, donde acepten y ayuden a su intelecto. Ahora sí debía enfrentar el miedo y aceptar lo que venga. Se lo prometí, no le voy a enseñar que sea un cobarde, él debía ser mucho más valiente que yo. Que haga valer su palabra, como suele decir la vieja Ana.

La palabra de un Burgos se respeta, y yo para no incumplir salió huyendo. Lo cierto era el gran susto que tenía; mis padres me recriminarán por apartarlos seis años de su nieto, con lo mucho que mi padre deseaba uno. Recuerdo en las tardes de domingo al jugar dominó lo decretaba. «Apenas se casen, quiero un nieto rápido».

O mis amigas, Maju, Fernanda y Blanca, ellas también me recriminarán; ¿para qué estaba la amistad si no era para apoyarse? Pero en el fondo ellas lo apoyaron… por eso me tragué todo sola.

Y Alejandro… ¿Qué pasa contigo? ¿A qué vino esa canción?, ahí dices que sigues pensando en mí, que en silencio seguías amándome, desde que salí corriendo de Colombia no me torturo escuchando vallenato, porque lloraría a cada rato. ¡Cómo dedicas esas palabras si estás CASADO!

Siempre has sido un hombre íntegro en eso, jamás le serías infiel a alguien, sé que me amaste, pero en algún momento dejaste de hacerlo. Pero algo debió pasar… No te corresponde a ti averiguarlo. Yo me arrepiento tanto el haber aceptado ese trabajo, puse por encima mi carrera, aparte de irme lejos. Nos veíamos poco y esa lejanía comenzó desde ahí, cada vez era más seguido el durar dos meses sin vernos. Recapacité muy tarde. —Las lágrimas me salieron.

Si Alejandro le queda un poco de cariño hacia mí, apenas se entere de Eros, va a odiarme. Espero que todos ellos me entiendan. —Me acurruqué en la inmensa cama, y sin poder evitarlo, los recuerdos se fueron casi siete años atrás…

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.