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Bonjour (SAGA FRANCÉS 1)

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Freddy
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Sinopsis

Sandria nunca ha tenido una vida particularmente sencilla; no es precisamente afortunada, presume de saber de memoria ochenta y cuatro recetas culinarias y en su desafortunada existencia pierde y recupera a su hermano como si fuera un guante. ¿Podrías añadir a un chico francés, despótico y extremadamente sexy al caos que es su vida?

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Capítulo 1

Si tan solo se pudiera contener el deseo imparable de mi mejor amigo de hacer mermeladas y dulces sólo porque estoy a punto de convertirme en pastelero, tendría cuidado de no estar en un supermercado, rodeado de la nada total, con un dependiente inquietante que continúa ordenar con obsesiva precisión los tarros de tomates pelados, mirándome de vez en cuando con una mirada irritada. Como si me gustara estar en el suelo con azúcar, eh.

Probablemente estaría en mi casa, con un paquete de patatas fritas en la mano y el ventilador de pelotas colocado a mi lado y Mops, mi perrito. Pero aún así, definitivamente no aquí, con treinta y ocho grados y su cabello reducido a una cola de caballo sin brillo.

Y no, no soy una persona con mucho sentido común.

Me dejó cuando yo era pequeña.

Realmente se escapó, te lo aseguro.

- ¡¿ Pero por qué todos ellos para mí?! - murmuro irritada, intentando recoger todos los paquetes de azúcar que derramé.

Y repito, la culpa es sólo de Grace. ¿No podría haber elegido un amigo con más sentido común?

Recojo todos los paquetes que estaban en mis brazos hace unos momentos y maldigo mi desafortunada elección de no tomar un carrito. Por el momento, la mitad de los paquetes que llenaban los estantes se han derrumbado al suelo, y ya estoy sudando ante la idea de tener que volver a colocar la mayoría de ellos ordenadamente en un carrito que no existe .

- ¿ Necesitas ayuda? - . La voz aguda del hombre del uniforme amarillo canario me saca de mis pensamientos suicidas, así que miro hacia arriba y mis ojos se encuentran con los color avellana del espeluznante empleado, que me mira como si acabara de cometer un asesinato.

- No, gracias – respiro sin aliento, sonriendo dulcemente en un intento de no parecer un psicópata mientras otro paquete más se escapa de mis manos. Me mira fijamente y cruza los brazos sobre el pecho, levantando las cejas en un gesto de irritación.

Sí, pero con calma, eh.

Es azúcar.

La guerra terminó hace mucho tiempo.

- Como tu prefieras. La veo en dificultades, pero ... comienza el hombre, antes de ser interrumpido.

- Es obvio que necesita ayuda, Connard - , una voz irritada viene desde el final del pasillo, yo y el dependiente vestido completamente de amarillo frente a mí nos volvemos al mismo tiempo hacia la sección de cereales, donde un chico nos está observando. apoyado en la pared. Mis ojos se abren y parpadeo innumerables veces mientras me concentro en ello, dejando caer un paquete de azúcar al suelo nuevamente con un fuerte plof .

El desconocido comienza a avanzar unos segundos después, mientras los dos lo miramos como si fuera un espejismo; yo en el suelo, con la boca entreabierta, y el dependiente con las manos en las caderas y con un aspecto todavía más sombrío que de costumbre.

El hombre abre la boca indignado, pero es ignorado incluso cuando pronuncia un incierto - ¿Q-cómo, disculpe? -

El otro se acerca rápidamente y poco después, sin que yo me dé cuenta, ya está arrodillado a mi lado mientras recoge paquetes de azúcar.

Dime que es una broma.

Nunca he visto un chico más guapo que este.

Ella es un ángel sin lugar a dudas. Debería publicarse en Internet.

Lo miro inmóvil mientras recoge todo lo que se me había caído y luego se levanta mirando a su alrededor.

- No es un carro, ¿eh? - murmura, así que me levanto sosteniendo un solo paquete de azúcar en mis brazos como un salvavidas y me aclaro la garganta.

- Estaba a punto de conseguirlo - respondo, mirando hacia arriba. Sus ojos claros van de mí al empleado.

- Amigo , ¿podrías tomar un tranvía para... - se interrumpe, apuntándome con sus iris azules como el cielo.

No puedo hacerlo.

Necesito tomar una foto y enviársela a Grace.

Siempre he sido creyente, sabía que los ángeles existían.

- Sandria – susurro, encantada por su voz. Muy bien, ya estoy drogado.

- Sandria - repite mirando al dependiente con desdén. El otro se mueve inquieto con su uniforme amarillo, particularmente asombrado, y parpadea un par de veces molesto.

- Mi nombre es Ignacio. Está escrito aquí- , afirma, golpeando con el dedo la tarjeta que tiene en el pecho, como si esto le diera una centésima parte del encanto y autoridad del chico que tiene delante. Bien, ahora no exageremos. - Y Sandria puede conseguir el carrito ella misma. Estoy al final del primer carril - concluye esperando una respuesta de la rubia que está a mi lado.

- En ese tiempo, Ignacio . Estás aquí para trabajar, ¿verdad? Toma, entonces tráenos un carrito, ya que los carritos son del supermercado y tú trabajas en el supermercado - , el niño sonríe inocentemente mientras el dependiente le lanza una mirada furiosa antes de alejarse unos metros antes de regresar con un carrito. Amarillo esto también.

Boom, Ignacio.

Un cero para el ángel.

El extraño deposita en el carrito todos los paquetes de azúcar que tenía en brazos con sorprendente facilidad y hace un gesto de asentimiento al hombre.

- Bueno, fue un placer. Quizás ayude a los clientes la próxima vez. Ah, asegúrate de cambiarte de uniforme, estos son una monstruosidad - afirma con confianza, dejándole una palmadita amistosa en el hombro, así que mírame.

-Au​ revoir , Sandria- , me saluda con un guiño, luego se da vuelta y comienza a caminar hacia el lado opuesto del pasillo, sacando un paquete de un estante antes de desaparecer de mi vista.

- Qué grosero. - murmura Ignazio, antes de dejarme solo en medio del pasillo, encantado por este singular encuentro.

***

En la caja, media hora después, tras interminables pasillos con cosas que inevitablemente se me caían, me encuentro con el ángel de antes, esperando su turno junto a la cinta transportadora.

Me coloco un mechón rebelde detrás de la oreja y me inclino más cerca, con la intención de agradecerle.

Entonces, respira, inhala. Tranquilamente.

Quizás incluso sea amable.

- Oye – lo saludo colocando un paquete de azúcar en el cinturón. Se gira lentamente, sonríe y me saluda.

- Hola - responde, antes de volverse de nuevo y darme la espalda.

Muy bien, Sandria.

Intentemoslo de nuevo.

- Quería agradecerte primero – digo esperando que me escuche, ya que apenas llego a su hombro. Se da vuelta nuevamente y con las manos en los bolsillos me mira de arriba abajo antes de responder.

- De nada - responde secamente.

- ¿ Cómo te llamas? - le pregunto antes de poder detenerme.

¿Por qué nací estúpido?

Las lecciones de mi madre no sirvieron de nada. Lo sabía.

- Adrien - responde mirándome pasar con cuidado dos paquetes más de azúcar por la cinta.

- Bonito nombre, ¿eres italiano? - Continúo, en un vago y embarazoso intento de mantener una conversación con alguien que evidentemente no tiene nada que ver conmigo, dado que salí en pantalones cortos y camiseta de tirantes, devastada por las carreras en Roma y él en cambio. Tiene el aspecto de un modelo en el set de fotos.

- No – se limita a responder, pasándose una mano por el pelo, mientras su mirada deambula por la infinidad de azúcar y chocolate que pasa ante sus ojos.

Oh Dios, quién sabe lo que piensa ahora.

En comparación, su gasto parece una feria de salud.

Observo con estremecimiento lo esencial colocado delante de mis paquetes de azúcar, compuesto por café en polvo, cerveza, carne, verduras, pasta de dientes y cereales.

- No pienso comerlos todos, ya sabes, mi compañero de cuarto y yo queríamos hacer mermelada, pero- - , trato de justificarme, rascándome la sien con nerviosismo, bajo sus ojos claros.

- Me estás dando dolor de cabeza - me interrumpe irritado.

- Oh, lo siento. De todos modos, al final sentí pena por ese empleado, ya sabes, creo que no es- -

- ¿Podrías callarte un poco? Hablas demasiado - suelta, golpeando con enojo un billete contra el mostrador de la caja, que lo mira tan asombrada como yo, mientras ella escanea sus compras.

Maldito francés feo.

Sabía que no eras un ángel después de todo.

- Está bien señor Acidez – murmuro ofendido.

- Eres molesto - responde con indiferencia. Mi boca se abre en forma de "o" y saco el pecho con indignación.

- ¿ Sería molesto? Tú eres el molesto aquí, ¡solo quería agradecerte! -

- Bueno, lo lograste, ahora cierra la boca - concluye mientras mete sus compras en bolsas de plástico con gestos rápidos.

- ¡ Eres muy grosero! - grito, golpeando con la mano mis paquetes de azúcar. Se ríe divertido por mis palabras y mete la última cerveza en la bolsa, tomando el recibo.

- Gracias Sandria y adiós. - responde antes de tomar el sobre y darme la espalda, antes de acercarse a la salida.

- ¡ Que te jodan! - grito, mientras él levanta el dedo corazón en respuesta, antes de salir del supermercado, dejándome solo con un cajero asustado y una hilera de ancianos bastante cabreados detrás de mí.

- Tres sobres por favor. - murmuro apoyándome en la caja registradora con expresión angustiada.

Pagarás por ello, francés insulso y espléndido.

- Nunca más. No sé si me entiendes, en absoluto. nunca . Espero que me estés escuchando – resoplo irritada, mientras Grace reduce a pulpa otra manzana más con un gesto afilado del cuchillo.

Ahora bien, estos son exactamente los momentos en los que tengo ganas de golpearle la cabeza contra una sartén.

- Por supuesto que te estoy escuchando. Les aseguro que escuché toda la parte del chico francés : ella se ríe, mientras un trozo de manzana se le escapa de las manos y termina en el suelo.

- Ese no es el punto Grace. El punto es que- -

- Estás perdidamente enamorada de él, y quieres acechar frente al supermercado, ¿eh? - me dice distraídamente.

- ¡ ¿No, no ves que no me estás escuchando?! - mi mano golpea la mesa de madera, mientras ella abre un paquete de azúcar. - Si alguna vez lo vuelvo a encontrar le daré un puñetazo -

- Por supuesto - murmura irónicamente.

- Y entonces – ignoro su sarcasmo y sigo hablando, empezando a pelar una manzana. - Eso fue grosero. Nunca más volveré a ese supermercado. Entonces, o te vas o nos moriremos de hambre - concluyo, dejando caer el cuchillo sobre la tabla de cortar con un gesto teatral.

Bueno, si comprar comida es el trabajo de Grace, todos moriremos de hambre; Yo, Mops y ella también.

- No hagas de esto un drama. Siempre te he dicho que hablas demasiado. No es nada nuevo - responde con calma, abriendo el gas debajo del cazo.

Sandria, mantén la calma.

Recuerda que debes llegar a tu primer día de trabajo con antecedentes penales limpios.

Muy limpio.

- Bueno, los odio a todos. Tú y ese chico se volvieron contra mí. No hablo demasiado, sólo trato de... -

- Hablas demasiado. Todo el mundo lo sabe ... Grace me sonríe inocentemente y se frota las manos con un paño de cocina.

- Los trapeadores te comerán por la noche y no haré nada para detenerlo - gruñí, satisfecho con mi amenaza.

- Imagino. Siete kilos de pura ferocidad canina. Después de todo, los caniches son muy agresivos. Da mucho miedo ya que duerme boca abajo con baba en la cara, luego – se ríe, mientras miro a Mops, que ronca recostado en el sofá.

- La señora del tercer piso está asustada. - Respondo encogiéndome de hombros. - De todos modos, ese idiota francés merece ser mutilado y asesinado por Mops. Lo odio - afirmo con convicción.

- Pero ni siquiera lo conoces - objeta mi compañero de cuarto, lanzándome una mirada indescifrable.

- ¿Entonces? Se nota a un kilómetro de distancia que es un imbécil. Por suerte, entre cuatro millones de personas probablemente no lo volveré a encontrar - resoplo, cortando una manzana por la mitad con énfasis.

- Estás instigando al Karma - Grace se ríe entre dientes.

- Lo digo en serio. Cuando vi a un buen tipo en el autobús no volví a verlo nunca más, ¿y ahora tendría que encontrar a ese odioso francés bajo mis pies? Ni siquiera encuentro a nuestros condominios en el supermercado -

- Quizás se acaba de mudar a la zona - sugiere, encogiéndose de hombros.

- Ojalá en algún lugar cerca de Termini, así lo apuñalarán en medio de la noche – murmuro enojado, reviviendo cada segundo de nuestro encuentro y de mi tonto.

- Te lo estás tomando demasiado personalmente, Amà. Después de todo, tuvieron un pequeño desacuerdo y no se conocen en absoluto. Tal vez haya tenido un mal día - supone casualmente.

- Quizás - Estoy de acuerdo. - Pero de todos modos es grosero -

- Eres imposible -

- Sí - respondo, encogiéndome de hombros. - En fin, mañana por la mañana me levantaré temprano para darme un baño de media hora, tengo que llegar a- -

- En tu primer día de trabajo, lo sé. Has estado diciendo esto durante dos semanas. Incluso te hice un regalo - confiesa, agitando el cuchillo mientras intenta quitar las semillas de un diente.

No quiero decirlo, eh.

Pero a este paso llegamos mutilados al primer día de trabajo.

- ¿ Qué regalo? - pregunto con curiosidad.

- Nada especial, sabes, ayer pasé por el padre de Giovanni - murmura, arrugando la nariz.