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Ardientes Anónimos I

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Flagranti Amore
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Sinopsis

Un hombre importante de negocios, sabe que todos sus clientes y conocidos guardan secretos sexuales muy interesantes, que no pueden contar a otras personas para evitarse problemas de indiscreción, incluso, para evitar que los juzguen. Así que decide convocar a estos amigos y conocidos para que realicen una reunión tipo Alcohólicos Anónimos, sólo que está será: Ardientes Anónimos. Ellos no se conocen entre sí, no hay nada que los vincule y de esa manera pueden hablar con absoluta libertad ya que lo que digan quedará dentro de aquellas paredes y nadie los va a juzgar hayan hecho lo que hayan hecho. Así que, buscando el descanso de su alma, aquellos hombre deciden contar sus experiencias personales, esos secretos que guardan dentro de sí y que no han podido contarle a nadie para evitarse problemas. Y si en un principio, la reunión era algo tensa, a medida que pasa el tiempo y aquellos hombres van dejando salir lo que han guardado durante cierto tiempo, todos se sienten más relajados y confiados para hablar sobre sus problemas. De esa manera la reunión se lleva acabo escuchando narraciones de infidelidad, de tríos sexuales, de aventuras inesperadas y a la vez muy candentes, y no hay uno de los presentes que no se sienta identificado con aquello que están escuchando. Una vez que han empezado a hablar, ya no hace falta que se les invite a que sean el siguiente, todos tienen ganas de platicar su aventura, de disfrutar contando aquello que siempre les pareció excitante y diferente.

Una noche de pasiónAventuraHistoria PicanteDramaChico MaloAlfaAmor-OdioDominante

Capítulo I

La Reunión

Cuando recibí aquella invitación, con una decoración hermosa, tanto en el sobre como en la tarjeta, me sorprendí un poco, y más aún cuando vi la impecable letra por medio de la cual me invitaban a una reunión de: A.A.

Para los que no saben, la doble A en México, es sinónimo de Alcohólicos Anónimos, y los cientos de grupos que existen en todo el país, realizan reuniones a diario, para que mediante platicas, puedan dejar de beber licor un día más.

Esto es, el alcohólico es una persona enferma, que no puede controlar su deseo de beber, sobre todo una vez que se toma la primera copa.

Muchos, comienzan un día cualquiera y terminan meses después, hundiéndose en una borrachera interminable, que por lo general termina de una manera abrupta, o por enfermedad o por accidente.

De ahí, que el alcohólico, busque a otros como él, se reúnan y platiquen, contándose sus experiencias, sacando a la luz todo el mal que han hecho cada vez que se encuentran bajo los influjos del licor.

Una vez que se supera la reunión, la mayoría se va a descansar a sus hogares, con tranquilidad, para enfrentar al día siguiente, sus labores cotidianas.

Son muchos los hogares que se han llenado de luto, de desgracias, de violencia, por culpa del enfermo de alcoholismo, las historias de estos personajes son realmente impactantes, desgarradoras, trágicas, alucinantes y escalofriantes, son historias que parecen sacadas de un libro de terror y drama.

Así que cuando vi que era una invitación a doble A, por un momento pensé que se habían equivocado de persona, ya que aunque yo de cuando en cuando me tomo algunas copas, no tengo ese problema de alcoholismo, afortunadamente.

No obstante, seguí leyendo la invitación y fue entonces cuando me di cuenta de que se trataba de un grupo de otro tipo: Ardientes Anónimos.

Y me pedían que buscara instrucciones en mi e-mail, así que lo hice, en términos generales se me invitaba a participar en una reunión a la cual asistirían diferentes personas y en la que tendríamos que exponer alguna situación motivada por nuestro incontrolable deseo sexual.

Me pareció interesante asistir, así que me organicé para poder acudir al lugar de la cita y disfrutar de aquella pasión que sentía y que muchos compartían.

Uno a uno, fueron llegando todos los invitados a aquel grupo, todos entre ellos eran desconocidos, sólo que, los ahí presentes habían acudido por tener algo en común ¡Su fascinación por el sexo! Y su gusto por él, sin importar otra cosa que el disfrutar y gozar al máximo de sus capacidades.

El tema debía de ser expuesto y comentado entre los presentes, no había reglas, no había condiciones, simple y sencillamente eran desconocidos que podían hablar con toda libertad de sus experiencias sexuales, sin que ninguno de los ahí reunidos se escandalizara o lo tomara a mal.

Eran personas previamente seleccionadas por el anfitrión, quién quería llevar a cabo una prueba, interesante y para ello había echado mano de todos sus recursos, ya que pensaba que si en Alcohólicos Anónimos; con sus juntas en las que los presentes aceptan que son impotentes para controlar el alcoholismo, tal vez en una reunión especial sus amigos aceptarían con mayor claridad lo que habían vivido.

Se trataba de darse cuenta que no se estaba solo en el mundo, que había muchas personas que tenían problemas para controlar ese deseo sexual que les surgía ante la menor provocación y que de una o de otra manera, les causaba algún problema.

Por eso los había elegido a la suerte, entre los que conocía y tenían la carga emocional de guardar el secreto de lo que habían hecho en el sexo.

Aquel era un momento especial en el que podían liberarse de esa carga, hablar de manera libre de lo que lo inquietaba, con la seguridad de que nadie lo iba a andar divulgando, ya que no se conocían y menos aún conocían a los amigos cercanos o familiares de los ahí convocados.

A todos les había enviado un mensaje de texto en el que les explicaba la dinámica de la reunión y si estaban de acuerdo, les dio el día, la hora y el lugar para reunirse, una vez en el sitio, no había retroceso, tenían que contar lo que habían vivido y que representaba uno de los secretos mejor guardados.

Cuando todos los convocados estuvieron juntos, el anfitrión les invito una copa y los fue presentando, sólo por sus nombres, para que hubiera un poco más camaradería, y fueran tomando confianza, después les volvió a explicar el plan y la convicción de que lo que se hablara en aquella reunión no iba a salir de entre ellos, puesto que todos eran muy discretos y reservados en sus cosas.

Incluso, una vez más, le pidió al que no estuviera de acuerdo que se marchara y se olvidara de las personas que había visto, así nadie tendría la menor duda de poder hablar con libertad, era el momento de la verdad.

Para su sorpresa, o tal vez para su propio gusto vio que nadie se levantó de su lugar, por lo que continuó con la reunión invitando a que alguno de ellos tomara la palabra e iniciara el tema de manera abierta y sincera.

Por un momento reino el silencio entre todos los presentes, aunque después, de una corta pausa, un hombre, de unos treinta y cinco años, que se veía medio preocupado, se levantó de su lugar y comenzó a hablar:

Así son las cosas

Les voy a contar lo que me pasó porque aún no puedo creer que en ocasiones somos tan ciegos y cerrados, que no nos damos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor y por eso, muchas veces lo cargamos en la conciencia, sin saber que fue una carga inútil, igual que el esfuerzo por ocultarlo.

En fin, vamos a lo que interesa ya que para eso estamos aquí:

Gerardo y yo hemos sido amigos por muchos años, aunque ha habido momentos en que nos dejamos de frecuentar, yo creo que como en todas las amistades, por lo que sea, el trabajo, las ocupaciones, en fin, te dejas de ver con tu amigo, sólo que, nunca nos olvidamos el uno del otro, y el cariño y la amistad, prevalece, nos guardamos un gran respeto y una gran estimación.¡Error! Marcador no definido.

Bueno pues, había pasado como un año que no nos veíamos y cierto día se me ocurrió irlo a visitar, cuando llegué a su domicilio toqué el timbre y casi de inmediato apareció Norma, su esposa, al parecer, se acababa de bañar, ya que solo tenía puesta su bata de baño y una toalla enredada sobre la cabeza.

Al verme exclamó con gusto y sorpresa:

—¡Fausto, que milagro que nos visitas! Ya tiene un montón que no te veíamos.

—¡Pues ya sabrás, a los amigos no se les olvida! —le dije sonriendo después de saludarla con un apretón de manos y un beso en la mejilla y preguntando por Gerardo— ¿Se encuentra tu esposo?

—No, todavía no llega del trabajo, pero pasa, por favor.

Me dijo amablemente, aunque al verla en fachas, entendí perfectamente que había llegado en un momento inoportuno y pensé mejor despedirme y marcharme, y regresar más tarde, cuando Gerardo se encontrara, sólo que, Norma insistió que pasara a su sala, lo hacía con tanto gusto y sinceridad que me abrumaba.

Total, que no pude negarme a su invitación, entré y me senté, mientras ella iba a la cocina por un vaso de refresco para mí.

Cuando regresó, se agachó para colocarlo sobre la mesita de centro, no pude evitar ver sus grandes y sabrosos senos, los cuales se bamboleaban bajo la bata, ya que no traía brasier, esto me turbó bastante, y traté de disimular.

Na… las mujeres son más listas que uno, ella notó mi nerviosismo, sólo que no mencionó nada, se sentó frente a mí con toda tranquilidad y nos pusimos a platicar.

Mientras lo hacíamos, noté que la cinta con la que traía amarrada la bata, se aflojaba y yo sin podérselo advertir, pues hubiera pensado que me había dedicado a observarla y me daría mucha pena, así que sin poder hacer nada tuve que callar.

Cuando terminé de tomarme el refresco, ella me ofreció otro vaso y yo lo acepté, la verdad es que ya me tenía caliente y quería verle las chichotas una vez más.

Fue entonces, cuando al ponerse de pie, sucedió lo irremediable, su bata se abrió por completo, dejando al descubierto todo su desnudo, hermoso y sensual cuerpo, ya que aún no traía la ropa interior puesta.

Me fue imposible apartar la vista de sus encantos, y es que tiene todo en su lugar y muy bien puesto, grandes pechos, cintura curvada, caderas anchas de nalgas carnocitas y redondeadas, y unas piernas, ¡qué piernas tiene! Torneadas, bellas, proporcionadas, tersas, de piel aterciopelada, bueno, desde ese día, son mi delirio, y todo eso a pesar de haber sido madre de dos niños.

Ella se sonrojó al sentir que su bata se abría y cubrió el cuerpo lo más pronto posible, volviendo a dejar el vaso sobre la mesa, nerviosamente se sentó con la mirada hacia abajo, apenas pronunciando:

—¡Qué vergüenza, nunca pensé que me sucediera, algo como esto!

—No te preocupes, mejor olvidémoslo —le dije sin saber que hacer.

Lo que si era verdad es que las hormonas se me habían alborotado ante lo que acababa de ver y es que pocas veces se tiene la oportunidad de contemplar a una mujer tan sensual en una forma inesperada.

Me era imposible controlar la reacción de mi miembro que, lentamente se fue endureciendo hasta que el pantalón lo presionó y menos podía controlarme, lo único que me ponía a salvo de que Norma, se percatará de tal situación, era que estaba sentado, y eso me permitía ocultar mi erección.

Sabía que, si me ponía de pie, no iba a haber forma de disimular mi hinchado camote y menos aún con la presencia de ella frente a mí, incitándome.

Así que mejor traté de seguir platicando como si nada sucediera, tenía que calmar mi calentura. No sé si fue por lo cachondo que me puse o porque en realidad así sucedió, aunque pude advertir en los ojos de ella un peculiar brillo, algo que me puso alerta de que no era yo el único cachondo en ese momento.

Los dos hablábamos sin saber de qué tema tocábamos, tratando de no hacer caso de lo que realmente estábamos sintiendo, hasta que ella guardo silencio por unos segundos, luego habló con tropiezos.

—Fausto… mira… sé que no es correcto lo que te voy a decir… sólo que, algo extraño me está pasando… algo que no puedo controlar… Vamos, no sé ni por dónde empezar, bueno, es algo que va contra mi voluntad… así que, tengo que hablarlo claramente… sucede que me excitó mucho que me vieras, nunca me había pasado esto antes, estoy muy caliente.

Al escuchar esto, sentí como si me hubieran dado un fuerte golpe en mi estómago, sentí como se humedecía mi ropa interior. Mi verga palpitaba con furia, como si quisiera decirle que ahí estaba presente para lo que se le ofreciera.

Quise pararme y que ella se diera cuenta que yo también me encontraba igual, aunque el recuerdo de Gerardo, me detuvo, no podía traicionar la confianza de mi mejor amigo, sobre todo si estaba convencido que él tampoco me engañaría así.

Traté de no ser muy brusco al rechazar las intenciones de Norma.

—Norma, mira no niego que me gustes, aunque, ¡eres la mujer de mi amigo y...

—No creo que tenga algo de malo con que me quites este estado de ánimo. ¡Sería horrible que me quedara así! —insistió ella, hablando con tono suplicante— creo que yo también soy tu amiga y por lo mismo merezco que me ayudes.

Mi fuerza de voluntad se desmoronó, la lucha interna entre la moral y el deseo tocaba fondo, además, como ella decía, también era mi amiga y en ese momento tan crucial, me necesitaba y yo no podía negarme.