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Esto acalló sus gemidos

Supongo que todos los vecinos de la casa de campo ya se dieron cuenta de que unos estudiantes hambrientos de sexo habían traído aquí a una puta dispuesta a follar. Y así fue. Los chicos pronto sincronizaron el ritmo y comenzaron a excitarse. La follaban sin prisa, montándola con sentimiento. Igor, sentado en un sillón un poco apartado descansando, al ver aquella escena volvió a ponerse listo para el combate. Se acercó y ocupó el lugar libre, hundiendo su pene en la boca de Anya.

Esto acalló sus gemidos. Anya rodeó el glande con los labios. Ella misma podía moverse muy poco, pero las embestidas de los chicos, montándola, generaban suficiente movimiento para que los labios resbalaran a lo largo del pene de Igor.

El primero en correrse fue Artur. Sin sacar su miembro de mi amiga, se descargó dentro del agujero, y con un gemido cayó de lado. Casi inmediatamente después, Mitek, sobre el que estaba Anya, retiró su pene y comenzó a rociarle el culo a mi amiga como una fuente.

Aprovechando el momento, Igor dio un salto al lugar de Artur y volvió a meterse en Anya, decidido a terminarla desde atrás. Sin importar que la chica estuviera toda salpicada con el semen de sus amigos, el chico la empalaba entregado, y ella se abandonaba a él con gusto. Por fin, Igor salió apresuradamente de aquel dulce agujero y disparó una chorra de semen sobre su espalda, añadiendo nuevas gotas a los ya resecos rastros de lujuria.

Tras recobrar un poco el aliento, Anya se limpió con una toalla arrugada, se puso con prisas la falda y la camiseta, metió las bragas en el bolso y se dirigió hacia mí.

—Bueno, amiga, ¡ahora te toca a ti! —me dijo.

—Anya, yo no quiero esto… —titubeé—. Te dije que quería que mi primera vez anal fuera uno a uno. Quiero algo romántico…

—Bueno, elige a alguno de los chicos que más te guste.

—Artur…

Anya rió y me guiñó un ojo. Luego se acercó a Artur y le dijo algo al oído. Él me miró astuto y luego soltó una palmada en el trasero de Anya. Ella soltó una risita y volvió corriendo hacia mí.

—Tendrás tu anal con Artur —me aseguró.

—¿Se lo dijiste así de frente? —me sonrojé. Yo tenía otra idea de cómo sería mi primera vez. Me imaginaba que estaríamos teniendo sexo, y luego yo, de paso, le diría que quería probarlo por el culo. Y ya. Pero Anya lo mató todo diciendo de golpe que quería follarme el ano. Mató toda la romanticismo.

—Vika, yo voy a preparar el dormitorio, ven en diez minutos —dijo Artur y desapareció en la casa.

Estaba nerviosa. De la excitación ya me resbalaba lubricación por los muslos. Y mi culo se apretaba ligeramente, como sospechando que pronto perdería la virginidad.

Cuando aparecí en el umbral del dormitorio, Artur estaba sentado relajado en la cama masturbándose, mirándome.

—Qué guapa estás, Vika. ¡Y tu culo está tremendo! —dijo él—. No me tengas miedo, sé tratar a las chicas. Ven aquí…

Me acerqué y me senté a su lado; Artur empezó a tocarme los glúteos con interés. El chico me inclinó un poco para poder tocarme mejor el culo. Su dedo rozaba con cierta brusquedad entre mis nalgas y tocaba mi agujero virgen.

—Espera, Artur, no tan rápido… —me puse nerviosa.

—Está bien, como digas, princesa…

Bajó el ritmo, pero no dejó de rozar mi esfínter.

Lo detuve en seco y dije que estaba muy nerviosa y le pedí tiempo.

—Créeme, princesa, por más que te prepares, no sirve de nada. Hay que actuar —dijo el chico.

—Vale. ¿Cómo me acuesto mejor? —respiraba con dificultad por los nervios. Quería que todo fuese perfecto y que lo recordara para siempre. Pero tenía miedo de que doliera.

—Artur, por favor, ten cuidado, sin dolor…

—Sin dolor no es posible —contestó él—. Pero tú quieres disfrutar, ¿no?

—¡Qué disfrute si va a doler! —exclamé indignada, dudando ya de mi decisión de haber accedido.

—El placer viene a través del dolor. Ese es el precio del anal —se rió el chico.

—Ese es el precio del anal —murmuré, dejando que Artur me tumbara de espaldas y levantara mis piernas sobre sus hombros.

—¿Lista? —preguntó sonriendo.

—No lo sé… —respondí apenas audible.

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