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2

—¿Kane?—golpearon a la puerta.

Me volteé en la cama ignorando el llamado.

—¡Kane Marshall!—golpearon con más fuerza.

—¿Qué pasó, mamá? Aun sigo con sueño, déjame dormir un poco más—colóque la almohada en mis oídos.

—Levántate o llegarás tarde a la universidad—se retiró.

Abrí mis ojos por completo, estiré un poco mi cuerpo. Enseguida se me vinieron los recuerdos de lo que había vivido anoche. Quizá al final sí fue una mala pesadilla.

Decidí bajar a desayunar. Mis hermanas ya estaban listas para ir a su preparatoria.

—Qué cara la que traes, Kane, pareciera que has visto a un muerto—Mia vertía leche en su cereal.

—Sí, qué graciosa, seguro mi cara esta así tan sólo de verlas a ustedes muy de mañana—tomé el plato para servirme.

—Al menos báñate antes de ir a la universidad, no vaya ser que una chica se espante con tu mal olor—Rhina carcajeaba.

—Veremos qué dicen con tu olor a leche—derramé a propósito un poco en su mochila.

—¡Mamá! Kane, esta molestándonos.—se quejó.

—Sigan molestando par de delicadas—me burlé haciendo muecas.

—Kane. Deja a tus hermanas en paz—me regañaba mamá desde su cocina.

—Ellas son las culpables, empiezan y luego no soportan—terminé mi plato para irme a bañar.

Llegué a la aburrida universidad de Londres, los estudiantes recorrían los pasillos, estaban llenos. De pronto choqué con una chica que se me atravesó.

—Lo siento mucho—traté de recoger los libros que él cargaba.

—Oye, eres un imbecil, ¿no ves por donde caminas?—me gritaba su amiga malhumorada.

—Basta, no lo trates así, tan solo fue un accidente—recogí sus libros.

Se trataba de Maria Colleman, la chica más hermosa de la universidad y yo de tonto la había chocado.

—Discúlpame, de verdad no quise hacerlo—parecía un estupido

—Ya... son cosas que ocurren.—sonrió, esa sonrisa que jamás se me borraría de la mente.

—Adiós, por favor cuídate—se despidió, aun así Maria siempre era educada.

Llegué a mi aula y vi que mis compañeros estaban en círculo.

—¿Qué pasa?—me adentré al grupo.

—Hoy tenemos examen de matemáticas—dijo uno.

—¿Qué?—ni siquiera había estudiado nada.—lo bueno es que Harry siempre estudia ¿no es así?—lo codeé.

—¿Quieres que te ayude?—su vAngel era muy grave.

—Por supuesto que sí—puse mis labios en una sola línea dándole un apretón a su hombro.

El profesor llegó, entregó los exámenes y se sentó en su escritorio. Al parecer le gustaba mucho vernos preocupados con sus exámenes de manera que sonreía una y otra vez acomodándose esos enormes lentes horribles.

Lo bueno es que yo tenía a Harry detrás de mi.

—¡Harry, Harry!—lo llamaba de manera silenciosa al momento en que el profesor se descuidó—pásame las respuestas en un papel—extendí mi mano hacia atrás.

Perfecto, ahora sí no podría burlase este estupido cuatro ojos.

—Joven, Kane, ¿Qué tiene en su mano?—el profesor señaló acercándose.

—¿A qué se refiere?—levanté mi calculadora—si es esto, solo estoy calculando las respuestas.

—Abre tu mano—se acercó aún más.

Alguien tosió, lo cual lo distrajo en fracciones de segundo. Aproveché para meterme el papel en mi boca.

—Le he dicho que Randy su mano—sentenció.

—¿Ves? No tengo nada—abrí mi mano. Todos empezaron a reírse.

—¿De qué se ríen? Sigan así y a todos los aplazaré—regresó a su escritorio.

El timbre sonó, era cambio de clases, me dirigí al baño, la puerta se enllavó apareciendo de la nada el sujeto de anoche.

—¿Qué haces acá?—me retiré unos cuantos pasos hacia atrás.

—Te dije que siempre estaría cerca de ti, no puedo darme el lujo de dejarte solo ni un instante, quizá algún demonio podría aprovechar la oportunidad y robar tu alma. Además, no sabes ni defenderte

—Podría golpearte ahora mismo si quisiera—empuñé mis manos, estaba posicionándome para pelear con el.

—Por favor, no me digas que con esa pose piensas luchar contra mi. Nos vamos—utilizó una especie de súper poder para abrir la puerta.

—Oye, ¿Dónde vamos?—caminábamos fuera de la universidad.

—Pronto te darás cuenta, tu solo sígueme—él iba delante de mi.

—Antes de todo, ¿Cuál es tu nombre?—se detuvo en seco volviéndome a ver.

—Ali, mi nombre es, Ali—siguió su paso.

—Que extraño nombre tienes, ¿tus padres no te querían o qué?—bromeé.

—Significa hijo victorioso, es como le doy honor a mi nombre. Listo, llegamos.

Había un bosque grande, en él había un cofre grande, ademas había un cofre de tamaño más pequeño.

—¿Ves ese cofre grande que está ahí?—señaló—en él, contiene un espíritu del nivel más bajo del inframundo. Ve y ábrelo.—ordenó.

—¿Estás loco? ¿Cómo crees que abriré esa cosa?—me negué rotundamente cruzando mis brazos.

—Bien, si tu no lo haces yo lo haré—se dirigió al cofre, lo abrió e inmediatamente salió un espíritu en forma de León.

Este era de tres cabezas, éstas prendían en fuego, de sus fauces salía mucha baba, tenían unos colmillos gigantes, en sus patas poseían una especie de cadena.

—es hora de probar algo, Kane,—Ali tomaba de las cadenas a la enorme bestia—quiero que estés listo para cuando lo suelte.

La bestia se abalanzó sobre mi, corrí lo más que pude, pero era imposible esconderme. Intentó tomarme con una de sus fauces destrAngelando por completo un árbol.

—¡Maldición, me matará!—rodeé en una colina cuesta abajo golpeándome con todo lo que se me atravesaba. Logré caer en un predio baldío, quedando cara a cara con el animal, mientras él avanzaban yo retrocedía hasta que mi espalda tocó un árbol, era el límite.

—¿No que podías defenderte?—Ali estaba parado cerca de mi. Ten—me lanzó el cofre más pequeño—vamos, ábrelo.

Me debatí en abrirlo o no, no quería aumentar más mi mala suerte.

—¿Qué es esto?—quise saber.

—Es una espada, es tu salvación. La tomas o mueres—levantó sus manos en símbolo de paz.

No podía esperar más, abrí el cofre. De él salió un destello tan luminoso que alumbró todo el bosque. Era una espada dorada, se asemejaba al oro, por otra parte en mi cuerpo se adhería un traje negro desde mis pies hasta mi cuello. Dándome un aspecto de samurai.

La bestia saltó y todas sus cabezas apuntaban hacia mi, pero en segundos me posicioné para desenvainar mi espada, los miedos se habían ido. Cruzamos en el aire, al llegar a tocar tierra firme de un extremo estaba yo con mi espada llena de sangre y por el otro extremo había caído el cuerpo de la bestia, pero sin sus tres cabezas.

—¡Bravo, bravo!—aplaudía una y otra vez.—al parecer no estaba equivocado.

—¿A qué te refieres?—lo observé con mi mirada fría.—Inmediatamente mi transformación desapareció.

—Me refiero a lo que acaba de pasar. Has vencido a ese espíritu, lo hiciste muy bien, la leyenda se cumplió, sin duda eres el elegido. Te explico: el cofre que te lancé era la espada sagrada, nadie la puede abrir excepto el elegido, ¿notaste que tu cuerpo cambió drásticamente y tus emociones? Eso se debe al poder de la espada, cuando abriste el cofre, tu, también te fusionaste con ella. Ahora son uno solo. ¡Es impresionante!

—No sé lo que haya pasado, ¿pero sabes que? Me largo de acá.—me retiré.

La noche se hacía más oscura, al parecer más espíritus atravesaban la barrera de los vivos, las almas de los inocentes corrían aún más peligro.

—Hola, Maria—saludé y esta vez no quería hacer ninguna estupidez.

—Hola, Kane,—ella le hacía parada a un taxi.

—¿Dónde vas tan a prisa?—Ali me miraba.

—Tengo clase de natación y voy un poco retrasada—se le notaba su apuro.

—¿Esa chica te gusta?—Ali la señaló.

—Nos vemos, Kane, que tengas un buen día—se despidió y se subió al taxi.

—¡No! No me gusta y deja preguntar ciertas cosas de mi vida—lo sentencié con mi mirada.

—Como sea, nos vemos al rato—se retiró.

—¿Dónde irás?—quise saber.

—Te diré justo como me acabas de decir a mi: deja de preguntar ciertas cosas de mi vida—me dijo adiós con su mano y se desvaneció.

—¿Mamá? Ya vine—abrí la puerta.

—Kane, qué bueno que ya llegaste, ¿comerás?—ella acomodaba los platos en la mesa.

—Más luego. Iré a mi habitación—subí las escaleras.

—Kane, tu que le entiendes más a esta materia. ¿Podrías ayudarme con esta tarea?—Mia se acercaba con un cuaderno.

—Mia, hoy no quiero hacer nada ¿entendiste eso? ¡Nada!—la tomé del brazo y cerré la puerta.

—Qué genio el que te cargas, algún día necesitarás de mi ayuda—pateó mi puerta.

—Así es, Kane, que genio el que te cargas—Ali apareció.

—Ahora apareces tu, creí que no volvería a verte—me acosté.

—Estuve rastreando la zona y encontré que han estado cruzando más espíritus, no sé de donde vienen tantos, pero lo que sí sé es que tenemos que irnos.

—¿Otra vez? Tan solo vine a acostarme un rato y ya me quieres llevar.—crucé mis brazos.

—Te dije que nos vamos—utilizó otra técnica que hizo que nos desvaneciéramos apareciendo en una ciudad abandonada.

—¿Qué hacemos acá?—quise saber dándole una inspección al lugar.

—Necesito que domines la técnica de transformación con la espada. Primeramente debes de enfocar tu energía en tus extremidades, cierra tus ojos y cuando sientas esa energía tan solo explota. Vamos, ahora inténtalo

Empecé a hacer todo lo que Ali me había indicado, pero no había logrado nada aún.

—Creo que necesitaremos un poco de inspiración—hizo aparecer un espíritu frente a mi, luego hizo aparecer a mis dos hermanas. Se miraba tan real.

—Oye, ¿Qué crees qué haces?—lo quedé viendo—¿no utilizarás a mis hermanas o si?—mi furia empezaba a crecer.

—Pues tendrás que salvarlas o ese espíritu devorará poco a poco las almas de tus hermanas

Ellas lloraban sin parar, ese espíritu estaba introduciendo su mano en su pecho extrayendo parte de su alma.

—Kane, por favor no dejes que nos haga daño—lo dijeron en unísono con lágrimas en sus ojos.

Sentí tanta ira recorrer mi cuerpo, que lo único que quería era matar a ese maldito. Enseguida mi cuerpo empezó a destellar y ahí estaba nuevamente. La transformación que había sufrido anteriormente, pero esta vez era diferente, mis movimientos eran más veloces que antes, desenvainé mi espada en segundos para acabar con el espíritu que atacaba a mis hermanas, tan rápido fue todo que él mismo Ali tenía una cara impresionada.

—Tú sí que mejoras en poco tiempo—todo se desvanecía—esto tan solo era una ilusión, pero veo que en las situaciones de peligro es donde mejor reaccionas.—tronó sus dedos y volvimos en mi habitación.—ahora sí descansa, Kane,—se desvaneció una vez más.

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