Preámbulo
Es el año 1988 y tengo 16 años.
Vivo en un pequeño pueblo junto a mis padres y hermano.
Las calles aún no están asfaltadas y no hay electricidad.
Ahora estoy jugando con mis amigas del barrio de esos juegos, como saltar la cuerda, la botellita y otros más de esta época.
Más adelante se acercan a nosotras los demás chicos del barrio para molestarnos con un muchacho muy guapo mientras estamos todas sentadas en el suelo; él tiene 18 años y es el de más edad entre ellos.
El joven me gusta. En todas las vacaciones él está aquí por sus abuelos maternos, pero es un “high class” ósea de la clase alta y nunca se va a fijar en mí, eso es seguro, imagínense, es porque yo soy una pobre miserable.
Uno de los chicos sonríe maliciosamente.
—Robert, ven juega a la botellita. Ja, ja… Tendrá que darle un beso a alguna de ellas a la que apunte la botella. Ja, ja. —dice Pedro, uno de los chicos y quien ya se ha sentado en el suelo junto a nosotras.
—¡No-o, no me gusta ese juego! —Exclama Robert estando molesto mientras permanece de pie.
—Ven idiota, es divertido. —Insiste el chico haciendo señas con las manos para que también él se siente junto a nosotras.
—Está bien, no me digas idiota.
Robert accede a su insistencia, pero de malas ganas.
Él se agacha presuroso como quien quiere salir rápido del este aprieto que ellos lo han metido, entonces toma la botella y la rueda, empezando así el juego.
Clamo a grito en mis pensamientos cuando miro que la botella se detiene justo frente a mí mientras todos se ríen disfrutando del juego, menos Robert.
Él se queda paralizado como quien mira a un fantasma porque es obvio que no querrá besarme.
—¡Ya debes besarla, idiota…! —Grita uno de los chicos con gran fervor y los demás chillan enaltecidos.
—¡Que no me llamen así! Lo haré. —les habla con coraje y muy fastidiado de esto.
Quedo totalmente paralizada, sin saber reaccionar con emociones muy fuertes, deslumbrada, alucinada y al mismo tiempo aturdida por sus palabras que resuenan como desprecio hacia mí.
Él baja y se acerca lentamente a mí, mientras los demás chicos y también las chicas están en la expectativa de ver a dos muchachos besarse.
De repente él me besa casi en los labios y se queda inmóvil mirándome, luego endereza su cuerpo y se queda de pie.
—¡Wau! —exclaman todos a un mismo grito de euforia.
De pronto me siento muy avergonzada, mis mejillas la siento sonrojadas.
—Tengo que irme a casa, ya es tarde. —digo a todos estando ruborizada.
Volteo inmediatamente y me marcho de ahí con prisa sabiendo que ese chico no me quiere, pero yo sí estoy muy enamorada y también decepcionada de él.
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Transcurren los días y meses, Robert sigue regresando en las vacaciones, pero yo evito a toda costa encontrarme con él.
