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Capitulo 2. Bienvennida

—Mauricio —llama su atención al detenerse bajo el marco de la puerta —. ¿Cuándo haremos oficial esto que tú y yo tenemos? —el CEO pestañea al mismo tiempo que limpia su polla.

—¿De que estas hablando?

—Ya sabes, nuestra relación.

El rubio termina por vestirse para salir de la recámara del baño sin siquiera mirar a Rebeca, pero siente que ella no le despega los ojos de encima.

—¿Qué significa ese silencio? —pregunta al mismo tiempo que recoge su abrigo.

—Rebeca, ¿Por qué quieres comprometer tu vida de esta manera? —el CEO la enfrenta con la mirada.

— ¡¿Qué dices?! Llevamos meses saliendo, creo que es momento de que hagamos oficial nuestras salidas, ¿no piensas igual?

—No.

Su fría respuesta la perturba.

Ella sabía en lo que se estaba metiendo cuando comenzó a salir con Mauricio, era un hombre que se le conocía por no tomar a nadie en serio. Ninguna mujer había logrado domarlo, era un rompe corazones nato.

Pero ella creyó que por el tiempo que llevaban saliendo él la vería con ojos diferentes, siempre estaba dispuesta cuando él la buscaba y encima de eso era una modelo famosa.

— ¿Cómo qué no? ¿Y qué pasa con todo el tiempo que llevamos saliendo? ¿Eso no cuenta?

—Creo que fui directo contigo desde el principio, ¿o no fue así? —la modelo parpadea varias veces al recordar cuando él le dijo que no buscaba nada con ninguna mujer.

—Sí, pero…

—Aceptaste esta condición, ahora no cambies los papeles, de otro modo esto se termina aquí.

El corazón de Rebeca late con fuerza, Mauricio era un hombre muy decidido. No se dejaba intimidar por nadie y no titubeaba para mandar a la mierda a quien fuese. La joven relame sus labios al mismo tiempo que le hace un nudo al abrigo.

—Tu decide… es muy bueno coger contigo, pero si tengo que terminar esto, lo haré... —el CEO la mira fijamente mientras espera una respuesta.

—No, no, no quiero que se termine —sonríe a medias.

Sin embargo a pesar de aceptar la condición de Mauricio estaba empeñada en que iba a conseguir más de ese hombre. Iba a ser suyo, Mauricio era todo lo que una mujer deseaba, era rico, apuesto y exageradamente masculino.

¿Qué si le encantaba?

Estaba perdidamente obsesionada con él.

—En ese caso, continuamos como estamos.

—De acuerdo —ella se aproxima a él seductoramente mientras desliza las manos por su pecho —. Acepto tus condiciones, con tal de seguir disfrutando de ti, acepto todo.

— ¡Así me gusta!

El CEO envuelve su cintura recibiendo el beso de la rubia, Rebeca era una mujer muy fogosa. Pero también muy caprichosa, él sabía que ella no lo iba a dejar tan fácil. Con tal de seguir follando con él era capaz de aceptar lo que fuese.

Aunque no estaba nada mal, sí que era un problema muy grave el que tenía entre manos. Pero era algo con lo que podía lidiar.

— ¿Te veo en la noche en el restaurante de siempre? —ella le sonríe mostrando esa mirada brillosa y peligrosa.

—Por supuesto, a la misma hora.

—De acuerdo, entonces hasta más tarde.

Deposita un beso en su dedo para luego plantarlo sobre sus labios, la rubia se aleja de él caminando hacia la puerta mientras contonea su cintura provocativamente. En cuanto se queda solo, el CEO suspira.

[…]

Rebeca cierra la puerta de la oficina de Mauricio con una expresión de irritación. Le iba a costar mucho lograr que ese hombre la tomara en serio, pero necesitaba conseguirlo. Era uno de los CEO más importantes de la ciudad, le gustaba mucho, sería una idiota si lo dejaba escapar.

Muerde sus labios justo cuando levanta la mirada para ver a la secretaria de Mauricio, la morena la observa como si supiera lo que había hecho con su jefe. Y estaba bien que lo sospechara, esa estúpida debía saber quién demonios estaba con él.

Rebeca pasa a un lado de ella mostrándola una mirada de inferioridad y sigue avanzando hasta la salida como si fuese la dueña todo el lugar. No lo era, pero esperaba muy pronto conseguirlo.

[…]

El autobús se detiene después de un largo viaje pervertido, pero finalmente había llegado a su último destino. Y lo agradecía porque ya estaba hecha mierda, Amber se pone en pie al ver que todos los pasajeros lo hicieron.

Con la mochila en la mano la castaña baja del autobús, levanta la mirada y es cuando se percata de Gracia a lo lejos que la saluda. La castaña sonríe de medio lado mientras se encamina hacia ella.

Al estar cerca de morena ambas se abrazan.

—Al fin has llegado, ¿Cómo estuvo el viaje?

—Muy cansado.

—Puedo imaginarlo, bueno, vamos a casa. Mi madre debe estar esperándonos.

—Gracias por venir por mí, la verdad es que no tengo idea de cómo llegar a casa.

—Descuida, poco a poco te iras acostumbrando a esta ciudad.

La castaña asiente mientras que piensa que no creía que fuese tan fácil, Nueva York era un mundo diferente al que ella estaba acostumbrada. La vida en el campo era muy distinta a la de la ciudad, pero no tampoco es que tenía muchas opciones.

Después de la muerte de su padre a ella no le quedó más remedio que irse a vivir con su tía Maryin y su prima Gracia. Ambas la acogerían en su casa, aunque ella pensaba que sería breve.

—He preparado una habitación para ti, pero veo que no has traído muchas cosas contigo.

—Me traje lo necesario. Tampoco es que tenía muchas cosas.

—Sí, eso veo.

Su padre no poseía muchas cosas, no tenía una casa propia y tampoco un guardarropa amplio. Cuando su padre murió solo pudo seguir viviendo tres meses más en la pequeña casa que su papá había rentado.

Por esa razón recurrió a su tía, era hermana de su madre, una que nunca se preocupó por ella desde el día que nació. Su padre se hizo cargo de todo mientras que ella recogió sus cosas y se largó así sin más.

Por suerte, su tía mantenía comunicación con ella. No era mucha, pero existía el apoyo ya que su padre no tenía hermanos.

—Espero encontrar un empleo rápido y no darle tanta molestia a mi tía con mi estadía en su casa.

—Eres joven, estas en la gran ciudad, estoy segura de que encontraras un buen empleo.

—Si eso espero…

Gracia mira a su prima y le sonríe, estaba pasando por un mal momento. Al menos estando al lado de ellas no la pasaría tan mal. Observa sus atuendos y percibe que estaban un poco pasado de moda.

Era evidente de dónde provenía la pobre. Mira sus tenis, estaban bastante desgastados. Sintió mucha pena por Amber.

Cuando ambas llegaron a casa, Maryin recibió a su sobrina con una sonrisa.

—Niña, como has crecido.

—Hola tía, gracias por recibirme en tu casa.

—Lamento mucho lo de tu padre, fue una terrible noticia.

—Si —la castaña baja la mirada al recordar a su padre.

—Gracia te acomodo una habitación, es la que al fondo. Seguro quieres ducharte, comer y dormir.

La verdad es que era lo que más necesitaba en la vida, llevaba dos días viajando y estaba realmente agotada.

—Gracias.

Después de ducharse y acomodarse en una cama bastante cómoda, Amber suelta el aliento. A pesar de estar tranquila en esa casa no dejaba de sentirse preocupada por su situación económica.

Apenas tenía 19 años, necesitaba hacer algo con su vida porque de arrimada en casa de su tía no se podía quedar. Era importante que encontrara un empleo cuanto antes, y con aquellos pensamientos se sume a un sueño profundo.

[…]

Gracia vuelve a mirar el cuerpo musculoso y masculino de su jefe a escondidas, ella llego a pensar que dejaba la puerta medio abierta solo para que ella pudiera espiarlo. Aquel pensamiento la hacía sentirse excitada.

De solo imaginar que su jefe deseaba que ella lo viera la encendía mucho, es que ni sintiera miedo a perder su empleo se quitaría toda la ropa para terminar metida en esa ducha con él.

La morena muerde sus labios al observa cómo se toca su polla, luego desliza sus manos por su cuerpo en compañía del jabón. Era tan sensual verlo desnudo, a ella le fascinaba ese hombre.

Sus ojos hacia el mismo recorrido que hacían las manos de ese hombre, sonríe un poco cuando frota su rostro. En eso Mauricio cierra la llave y es cuando ella sabe que debe marcharse rápido.

[…]

El CEO baja como todas las mañana para tomar el desayuno, pero al llegar a la mesa se percata de que aún no habían servido nada. Frunce el ceño mientras que toma asiento y justo en ese momento Maryin sale de la cocina.

—Buenos días señor, disculpe la tardanza.

— ¿Qué ha pasado esta mañana? —pregunta tomando la taza con café.

—Gracia se ha ocupado de unos asuntos, no le ha dado tiempo de terminar a tiempo para servirle la mesa.

El rubio levanta la vista para ver a Maryin servir su desayuno, era un hombre selectivo, solo Maryin y su hija eran las que se encargaban de su hogar. No tenía más servidumbre, no le gustaba tanta gente en su casa.

Espera en silencio que la castaña le sirva la mesa.

— ¿Desea algo más?

—Puede irse, Maryin.

El CEO toma un sorbo de café mientras ve a la mujer alejarse, no era tan mayor, sin embargo quizás ya no podía hacer ciertas cosas en la casa. Su hija se encargaba prácticamente de todo, mientras que ella era la que cocinaba y hacia uno que otro oficio.

Por su edad y un problema en sus rodillas no subía a la parte de arriba, Gracia se encargaba de la limpieza profunda… el rubio relame sus labios al mirar el desayuno en su mesa.

Quizás necesitaban ayuda…

[…]

Por la noche cuando Mauricio llega a la casa encuentra a madre e hija todavía en la misma, mira la hora en su reloj percatándose de que ya no debían de estar trabajando.

—Señora Maryin, ¿Qué es lo que hacen aquí?

— ¡Oh, señor Rinaldi! Disculpe, es que apenas hemos terminado con las labores.

—Últimamente han terminado muy tarde.

Les dice a ambas mientras se suelta la corbata, únicamente observaba a Maryin. Pero sabía de sobra que los ojos de Gracia estaban puestos sobre él. No era un idiota, era evidente que esa chica estaba colada por él.

Sin embargo era una chiquilla, su madre le había dicho que apena contaba con 25 años y que estaba acta para trabajar en la casa. Por esa razón le dio empleo ya que Maryin no podía hacer los quehaceres de su casa.

—Sí señor, lo siento mucho, es que a veces a mi hija le cuesta terminar con todos los trabajos pendiente.

Mauricio le mantiene la mirada a Maryin, luego asiente.

—Muy bien, hasta mañana.

Gracia se sentía indignada, ni una sola mirada le había dedicado. En todo ese tiempo que llevaba trabajando en esa casa no la volteaba a mirar. Le enfurecía que ni por morbo le viera el culo.

O era muy reservado o es que de verdad no le interesaba en lo más mínimo. Observa como sube las escaleras y termina por fruncir los labios.

—Vamos a casa, ya es muy tarde.

—No debiste decirle que no me da tiempo de terminar los trabajos, creerá que soy una incompetente —le reclama a su madre furiosa.

— ¿De qué carajos hablas? Él debe saber que ya no basta solo contigo, no puedes con todo y lo sabes. Has dejado mucho trabajo pendiente hoy, mañana estarás muy ocupada.

La morena sale furiosa de la casa, su madre era una tonta. Si ese hombre no la voltea a ver ahora menos lo haría si no lograba terminar con el trabajo en su casa. Gracia niega.

—Creo que le propondré la idea de que contrate a alguien más.

—No necesito ayuda, madre.

— ¡La necesitas!

Su hija le hace una mala cara y Maryin siente querer cachetearla, era tan altanera con respecto a su trabajo y no entendía porque.

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