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Capítulo 5. ¡Arréstame!

Benjamín dio una última mirada a la habitación antes de salir y cerrar la puerta de golpe, estaba furioso y la culpa no era de nadie más que de Nick Turner.

El oficial de la policía no estaba acostumbrado a ser dejado atrás, jamás en toda su vida alguien se había atrevido a tanto y Nick no iba a ser el primero en hacerlo y él estaba más que dispuesto a dejárselo en claro.

Le dejaría en claro que era él quien decidía el momento en que todo terminaba y no al revés. Con aquellos pensamientos volvió al comedor, tomó las bolsas de comida y las metió a la nevera. Estaba tan enojado que el hambre se le había quitado.

A la mañana siguiente, fue directamente a la oficina y se concentró en su trabajo. Lo último que necesitaba era pensar en Nick Turner, ese chiquillo malagradecido no merecía ni un solo pensamiento de su parte. No cuando había sido él quien había decidido marcharse sin dejar ninguna jodida nota.

—¿De malas? —preguntó Richard entrando a la oficina para disgusto de Benjamín y aunque mucho le molestara la presencia del oficial, no podía hacer nada para evitarlo. Trabajaban en la misma oficina y aunque él era el jefe, Richard solía saltarse la barda.

—No es asunto tuyo, Barton —dijo con rapidez y sin verlo.

—Pues quién sabe y si puede ser asunto mío —contradijo el hombre sentándose en la silla frente al escritorio de Benjamín.

Él tuvo que levantar la mirada y no se sorprendió de no ver el típico vaso de café en las manos de su subordinado, estaban en guerra y el golpe en el rostro de Richard lo confirmaba.

—Cualquier cosa que tengas que decirme, no me interesa —se adelantó Benjamín en advertirle.

—En realidad, tenía una duda y solamente tú puedes aclarármela —dijo el hombre como si no hubiese escuchado la advertencia en la voz de su jefe segundos atrás.

—¿Sobre el trabajo? —preguntó Benjamín volviendo la atención a los informes que revisaba antes de ser interrumpido.

—No, no es sobre el trabajo, yo quería saber si… ¿Dejaste ir al muchacho? —preguntó y Benjamín supo que hablaba de Nick Turner. Aun así, fingió no entender.

—¿De qué hablas? —Benjamín levantó la mirada para volver a mirarlo y se lamentó no haberle pegado un poco más fuerte, aunque si él seguía provocándolo no dudaba que pronto tendría una nueva oportunidad de marca mejor el golpe.

—Anoche lo vi en uno de los antros más importantes de la ciudad, no sé, creo que estaba discutiendo con el manager. ¿Salvando su empleo? —Benjamín apretó los puños al escuchar la pregunta de Richard.

—No lo sé —respondió y no estaba lejos de la verdad.

—Pues, pensé que le estabas dando cuidados y la mitad de un sueldo, ¿Qué pasó?

—Nada que sea tu jodido asunto, Richard —espetó Benjamín poniéndose de pie tan bruscamente que Richard lo imitó por temor a ser tomado desprevenido.

No obstante, Benjamín tomó sus cosas y salió de la oficina y se dirigió al estacionamiento de la estación de policía.

Trató de relajarse, pero cinco minutos más tarde estaba derrapando en la carretera para buscar la dirección de Nick Turner.

Mientras tanto, Enrique estaba frente a la puerta del descolorido departamento, poco dispuesto a moverse del sitio.

—No puedes empezar a trabajar hoy, Nick, tu herida aún está muy fresca —dijo el muchacho aferrándose a los marcos de la puerta.

—Lo sé, Quique, pero alguien tiene que trabajar, no vamos a vivir del aire y tampoco de las ayudas de Sebastián, eventualmente él se cansará, y…

—No importa, pero no puedo dejarte ir, creo que es mejor que me dejes trabajar en tu lugar, no soy un inútil, Nick, yo también puedo aportar y hacer más llevadera tu carga —explicó el joven de quince años.

—Soy el mayor, Quique, es mi deber cuidar de ti, como no lo hicieron nuestros padres. No eres una carga para mí, eres mi único hermano y la persona más importante de mi vida. Quiero que te dediques a tus estudios, que vayas a la universidad y te conviertas en un profesional y no tengas que pasar todas las penurias que estoy pasando yo por no haber estudiado —pronunció Nick, para convencer a su hermano de dejarlo marchar.

Había sido muy difícil convencer al manager del Inframundo para que le diera una segunda oportunidad. Había argumentado los años de trabajo que había dedicado al antro y también las horas extras que no le fueron pagadas en el último sueldo, pero solamente logró convencer al hombre cuando le prometió dejarle una tercera parte de sus propinas para compensar las faltas que tenía. No asistir era firmar automáticamente su carta de despido.

—Entiendo lo que deseas hacer por mí, Nick; sin embargo, no tienes la obligación de hacer lo que nuestros padres no quisieron hacer por mí, por nosotros. Eres joven y tienes derecho a tener una vida y por mi culpa, vives trabajando todo el tiempo, ni siquiera herido te permites parar —manifestó el chico con los ojos rojos y el alma rota por la culpa.

—No, soy el reemplazo de nadie, Quique, pero tengo sueños para ti, yo un día volaré a mi propio destino, por ahora mi mayor preocupación eres tú —aseguró Nick tomando el hombro de su hermano y apartándolo de la puerta.

—Espera a que tu herida sane por completo, Nick, alguien puede rozarte sin querer y lastimarte —insistió el joven.

—Estaré bien, te lo prometo —con determinación Nick salió de su departamento y se dirigió a El Inframundo para su primera noche de trabajo.

Al menos esas eran sus intenciones, lo último que esperaba ver era a Benjamín Davis bajar de una patrulla con su uniforme y su rostro estreñido.

—Nick Turner —pronunció el oficial.

—Buenas noches, señor oficial, ¿puedo ayudarle en algo? —preguntó Nick con cortesía, pero con tono distante.

—¿Se puede saber a qué mierd4 estás jugando? —preguntó Benjamín acercándose con un aire peligroso.

—¿Jugando? —preguntó Nick—. ¿Le parece a usted que estoy jugando, señor oficial? —volvió a cuestionar.

—Sabes muy bien de lo que estoy hablando…

—Claro que lo sé, soy una maldit4 responsabilidad, soy algo que no debió ser. Un idiota que estuvo en el lugar y en la hora equivocada. Sé todas y cada una de sus palabras, oficial Davis, no tiene que molestarse en recordármelas —respondió con enojo.

Nick sentía que la sangre le hervía dentro de las venas y que su corazón latía tan fuerte que toda la manzana iba a escucharlo, pero no se dejaría amedrentar por nadie y mucho menos por un hombre tan malditamente arrogante como Benjamín Davis.

—Pues, será el sereno, no obstante dije que me haría cargo de ti y es lo que haré. Ahora sube al auto y déjate de estupideces —gruñó Benjamín.

—En el preciso momento que me largué de tu casa, te liberé de toda responsabilidad, así que no hay manera, ni poder humano que me haga subir a la patrulla e ir contigo por voluntad propia —aseguró Nick.

—Te llevaré por la buena o por la mala, pero vendrás conmigo —contraatacó Benjamín con el rostro rojo por el enojo.

—Entonces, ¡arréstame! Porque será esa la única manera en la que podrás llevarme contigo y no podrás llevarme a tu casa, sino una celda, me esposarás y… —Nick calló abruptamente al recordar las esposas y los juguetes en la habitación de Benjamín y por un loco, pero muy loco momento se imaginó esposado en la celda de la prisión y con Benjamín jugando con él…

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