
Sinopsis
- Si no me importara te habría dejado morir pero me importa y por eso te estoy protegiendo. - Alejandro Calderon Un joven jefe con conexiones letales en una organización letal, la mafia. Con solo dieciocho años, Alejandro se ve obligado a dirigir un imperio mortífero y su vida ha sido todo menos segura. Un día, decide ir en contra de los deseos de cierto hombre y se desata el caos en la mafia. Una chica cae en sus manos, dejándolo sin otra opción que protegerla. Yoana Castillo Una animadora normal con algunos problemas, pero nada fuera de lo común. Cuando alguien intenta matarla una noche, se adentra en el mundo de la mafia. Termina sumida en una vida oscura y misteriosa, y se revelan secretos sobre su verdadera identidad. Su caída la lleva directamente a las manos del jefe de la mafia, bajo su protección. Vivir con la mafia es una cosa, pero enredarse con él es otra y Yoana se da cuenta de que su felices para siempre no es una historia de Cenicienta... ¿Cómo terminará esta historia? ¿En rebelión absoluta o como Cenicienta?
CAPÍTULO 1
Yoana Castillo
Una animadora normal con algunos problemas, pero nada fuera de lo común. Cuando alguien intenta matarla una noche, se adentra en el mundo de la mafia. Termina sumida en una vida oscura y misteriosa, y se revelan secretos sobre su verdadera identidad. Su caída la lleva directamente a las manos del jefe de la mafia, bajo su protección.
Vivir con la mafia es una cosa, pero enredarse con él es otra y Yoana se da cuenta de que su felices para siempre no es una historia de Cenicienta...
¿Cómo terminará esta historia? ¿En rebelión absoluta o como Cenicienta?
Me llamo Yoana y tengo dieciséis años. Acabo de cumplirlos y tuve un cumpleaños bastante tranquilo, ya que soy muy tímida y no tenía muchos amigos en el colegio. Pero la verdad es que no me importa. Tengo el pelo negro y rizado, que llevo hasta los hombros, y un color de ojos muy poco común. Mis ojos eran de un blanco plateado debido a una rara mutación genética. Tengo una sonrisa perfecta con dientes blanquísimo escondidos tras unos dulces labios rosa pálido. Abrí la puerta del apartamento que llamo mi hogar, miré a mi alrededor y suspiré. Tiré mi mochila en la silla y busqué algo de comer. Mi hermanita Lina salió gateando de debajo de la mesa de la cocina con su osito de peluche y corrió a abrazarme.
- Hola Ro-Ro. - dijo alegremente.
- Hola niño. - Me llevé dos yogures.
Tenía casi tres años y empezaba la escuela en pocas semanas cuando empezó septiembre. Se parecía a Cynthia y a Mondo, y no a mí en absoluto. Tenía el pelo castaño hasta los hombros y los ojos marrones de ambos.
—¿Dónde está mamá? —pregunté entregándole un yogur y una cuchara.
- Estoy aquí. - Escuché su voz y me giré para mirarla. - Llegas muy temprano a casa, Rei. -
- El último periodo se canceló debido a un incidente en la escuela, por lo que la clase terminó temprano. - Le dije abriendo mi yogur y hundiendo la cuchara.
Mi mamá me sonrió con picardía mientras entraba a la cocina y encendía la radio.
—Oh , mamá. —Puse los ojos en blanco cuando puso una canción de amor lenta.
—Oh Yoana . —me dijo burlándose con una risa— . Vamos a bailar .
—No . —Me aparté de ella— . Las chicas grandes no hacen esas cosas. Baila con Lina .
—¡Qué no! —me disparó Hinako y luego salió corriendo.
- Chicas. – empezó mamá, pero ya estábamos arriba en las escaleras y riéndonos.
Esa noche, alrededor de las nueve, Lina y yo estábamos acurrucadas bajo las sábanas, durmiendo plácidamente sin tener ni idea de lo que pasaba abajo; bueno, casi sin tener ni idea. Nos despertó el golpe de un puño contra la mesa y me desperté en estado de shock. Oí que llamaban suavemente a la puerta y abrí. Lina estaba allí de pie, en pijama, con su body color crema en la mano.
- ¿Qué pasa? - Le pregunté.
—Había gente abajo con mamá y papá. —Lina me tomó de la mano y me jaló hasta el final del pasillo, sobre la sala de estar.
Vi a mi madre empezar a llorar y por primera vez escuché a mi padre hablarle suavemente pero con pesar en su voz.
—Dadnos el resto del día con ellos. —Escuché decir a mi padre.
¿De qué demonios está hablando? ¿Quién demonios anda ahí fuera?
Desde arriba, solo podía ver los pies de quienes hablaban con mis padres. No podía ver los cuerpos con claridad para saber si eran hombres o mujeres. Oímos un ejército de pies salir por la puerta y cerrarla de golpe. Mis padres empezaron a levantarse y yo llevé a Lina a su habitación rápidamente, corrí a la mía y me agaché bajo las sábanas.
A la mañana siguiente, mi madre me despertó tarareando en mi habitación mientras descorría las cortinas. Tenía los ojos rojos como la sangre, así que supe que estaba llorando. Me incorporé y bostecé mientras ella me dedicaba una débil sonrisa.
- El desayuno está listo Ro. - dijo ella - Hoy no tienes escuela así que puedes quedarte en casa. -
- ¿Por qué? - pregunté.
—Eh ... la comida está lista. Vístete, por favor —dijo mi madre y se marchó.
Sabía que ocultaba algo. La ignoré, agarré una toalla y fui a buscar a Lina antes de arrastrar a la pequeña dormilona a la ducha. Abrí el agua de la ducha, desvestí a Lina y me quité la ropa. La levanté con cuidado, la metí en la ducha y me metí con ella.
Siempre intentaba facilitarme el trabajo de cuidarla, aunque apenas sabía hacer nada sola, porque tenía que enseñarle. Tomé un poco de jabón en la mano, le eché jabón por todo el cuerpo y le hice cosquillas, así que se rió un poco y me limpió la espuma en la cara, luego se rió. La salpicé con agua y ella me salpicó. Me bañé delante de ella mientras se enjuagaba. Le lavé el pelo con champú, lo enjuagué y luego me lo lavé a mí. Cerré la ducha y salimos de un salto.
La sequé con la toalla, luego me sequé, me envolví en ella y salimos. A ella no le importó andar desnuda, y ojalá pudiera volver a tener tres años. Rápidamente elegí la ropa, me cambié y me apliqué desodorante y un poco de perfume mientras ella elegía qué ponerse. La ayudé a ponerse sus braguitas rosas de Dora, le puse un poco de polvos por dentro y luego le limpié el cuello con un poco.
Le puse su camisa amarilla y sus pantalones cortos azules suaves, encontré sus pantuflas rosas y se las puse. Luego fuimos a la cocina. Papá estaba allí con la cabeza entre las manos, así que lo ignoré, le di un beso a mamá y luego senté a Lina.
Mamá tenía panqueques pequeños listos y comimos en silencio mientras papá nos miraba y negaba con la cabeza con tristeza y arrepentimiento. Me preguntaba qué pasaba. Era muy amable con los dos. Me preguntaba si se había golpeado la cabeza o algo por el estilo para estar tan triste. Normalmente estaba contento. Estaba muy callado, ¡y aún más callado cuando nos llevaba a tomar helado y a comer hamburguesas con papas fritas!
Regresamos a casa esa noche charlando y riéndonos, pero mi felicidad se hizo añicos al llegar a nuestro apartamento. Había dos hombres trajeados y malvados en la puerta, con gruesas gafas oscuras sobre los ojos. Vigilaban la puerta. Vi a mi padre suspirar con pesar y negar con la cabeza.
Los hombres nos abrieron y dentro había al menos cinco hombres más, de traje y con las mismas gafas de sol gruesas, alrededor de la habitación. Mi madre estaba allí llorando; al verme, se me echó encima y sollozó.
-Mamá , ¿qué pasa? - pregunté mirándola y le pregunté si se secaba las lágrimas.
Mi padre miró hacia otro lado.
—¡¿Qué es todo esto?! —exigí mirarlo mientras Lina miraba a su alrededor confundida y asustada.
—Vienes con nosotros —dijo una voz de hombre y levanté la vista.
Un chico de unos cuarenta y cinco centímetros con un marcado acento italiano, de no más de diecinueve años, estaba apoyado en la encimera de la cocina mirándome con las manos en los bolsillos. No llevaba traje. Llevaba una camisa azul, vaqueros blancos y zapatos negros. Su pelo era negro azabache y muy rizado. Se había cortado la nuca y le había crecido hasta formar una masa rizada en la coronilla con las puntas rubias. Sus ojos eran azul claro, pero el reflejo los hacía parecer dorados.
— ¡ No voy a ningún lado! —le grité y luego me volví hacia mis padres— . ¿ ¡Qué pasa!?
—Yoana —dijo mi padre con dulzura , mirándome— . Lo siento mucho, pero no tuvimos otra opción. ¡ Necesitamos dinero!
—¡¿Qué ?! —pregunté confundido.
¿Necesitabas dinero? Nos conformábamos con lo normal. ¿Qué demonios tenía que ver yo con el dinero?
—