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CAPÍTULO 2

Desde que apareció Azrael, yo había estado durmiendo inquieto, pero al día siguiente estaba con mi abuela, durante la noche, caí en un sueño profundo, como si una fuerza invisible me estuviera arrastrando hacia un mundo desconocido.

Me encontraba en un campo, con la hierba alta meciéndose suavemente con el viento, y la luna llena lo iluminaba todo con un resplandor plateado. El aire era fresco y me envolvió una sensación de paz, muy diferente a la que había sentido en las últimas semanas.

De repente sentí una presencia detrás de mí, me giré y lo vi.

Azrael estaba allí, aún más hermoso y cautivador de lo que recordaba. Sus alas se extendieron lentamente, como si estuviera a punto de abrazarme. Y en ese instante, no sentí miedo, sino un deseo intenso y desconocido que empezó a arder en mi interior.

Se acercó lentamente, con la mirada fija en la mía, hipnotizándome. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sentí su mano deslizarse por mi brazo, un roce ligero que me provocó una oleada de calor. Fue como si cada célula de mi cuerpo respondiera a ese toque, ansiando más.

—Ayla.

Susurró, su voz era una mezcla de seducción y poder.

—No tienes que luchar contra ello. Déjame tenerte.

Intenté responder, pero no me salían las palabras. Mi mente estaba nublada, absorta en la sensación de su tacto. Sus manos empezaron a explorar mi cuerpo, bajando del cuello a los hombros, sus dedos rozando mi piel con una delicadeza que parecía casi imposible. Una corriente eléctrica me recorrió y arqueé el cuerpo involuntariamente, cediendo a la sensación.

Azrael se inclinó y sus labios rozaron mi oreja mientras susurraba promesas que me hicieron sentir cada vez más vulnerable.

Deslizó sus manos por mi espalda, acercándome más a él hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados. Podía sentir su aliento caliente en mi cuello, cada roce suyo alimentando el deseo que crecía en mi interior.

Sin darme cuenta, mis propios brazos lo envolvieron y el calor que irradiaba me envolvió por completo.

Cuando sus manos bajaron hasta mi cintura y me atrajo hacia él, un suave gemido escapó de mis labios. Era un sonido que nunca antes había emitido, un reflejo del placer que crecía con cada caricia.

Entonces inclinó la cabeza y sus labios se encontraron con los míos. El beso fue lento, profundo, y me perdí por completo. Bajaba las defensas y solo podía pensar en el deseo que me consumía. Me abrazó fuerte, como si supiera exactamente lo que hacía, llevándome a un abismo del que no quería salir.

Cuando sus manos empezaron a bajar por mi estómago, un escalofrío me recorrió el cuerpo y el corazón me latía con fuerza. Todo dentro de mí clamaba por más, por entregas que nunca pensé que desearía. Era como si estuviera bajo un hechizo, y no quería que terminara.

Pero entonces algo cambió. Su tacto se volvió más insistente, y una parte de mi mente empezó a despertar. Ese deseo, tan intenso y abrumador, se mezcló de repente con un miedo profundo. Mi consciencia luchaba por emerger, por recordar que esto no era real, que no se suponía que fuera real.

Antes de poder reaccionar, sentí una sacudida, como si me sacaran del sueño. Abrí los ojos de repente; mi cuerpo aún estaba caliente y temblaba, respirando agitadamente. Estaba de vuelta en mi habitación, rodeado de oscuridad. Pero cuando miré a mi alrededor, el pánico me invadió.

Azrael estaba allí, de pie junto a mi cama, con sus ojos brillando en la oscuridad con una intensidad sombría. Conocía esa mirada tan bien, pero ahora envolvía una peligrosa promesa. No pareció sorprenderle mi despertar, como si lo hubiera esperado.

- ¿Qué hiciste?

Mi voz salió en un susurro tembloroso, todavía conmocionada por lo que acababa de experimentar.

Azrael dio un paso adelante, dominando la sala con su presencia. Se inclinó, acercando su rostro al mío, con una sonrisa cruel dibujada en sus labios.

—Te hice soñar, Ayla. Te mostré lo que tu cuerpo realmente quiere, lo que tu alma anhela, aunque no lo admitas.

Esas palabras me revolvieron el estómago. Me había manipulado, había usado mis deseos en mi contra, había invadido mis sueños y se había aprovechado de mi vulnerabilidad.

- ¿Por qué?

Pregunté, intentando mantener la voz firme, pero sintiendo que el temblor aún se apoderaba de mí.

Azrael se sentó en el borde de la cama, con sus ojos fijos en los míos.

—Porque eso es lo que hago, Ayla. Alimento el deseo, destruyo la pureza. Y tú, tan resistente, necesitabas un recordatorio de lo que luchas por negar. Este sueño, esta sensación que aún recorre tu cuerpo, es la prueba de que no eres tan intocable como crees.

Quería negarlo, quería gritar que estaba equivocado, pero el calor que aún ardía dentro de mí era la evidencia que me hizo dudar.

Fue como si mi cuerpo hubiera disfrutado de lo que había sentido, aunque sabía que era un pecado contra todo en lo que creía.

No desapareció de inmediato como la última vez. En cambio, dio un paso hacia mí, con la mirada fija en la mía, llena de oscuras intenciones. Mi corazón empezó a latir con fuerza mientras se acercaba a la cama; su presencia dominaba la habitación con una intensidad abrumadora.

- ¿Qué vas a hacer?

Pregunté temeroso de la respuesta.

—Seré parte de hacer realidad tu sueño.

—No quiero, por favor vete.

- Aún no.

Antes de que pudiera reaccionar, él estaba encima de mí, su cuerpo presionando el mío contra el colchón mientras sus alas se extendían.

La sensación de su cercanía era asfixiante y embriagadora a la vez. Debería haber luchado, pero mi cuerpo estaba paralizado, atrapado entre el miedo y algo mucho más peligroso: el deseo que despertaba en mí.

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