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¿El destino?

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Aligam
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Sinopsis

A veces, perder a un ser querido puede unir aún más a dos almas afines, pero otras veces hace necesaria la separación. Esto es lo que Tere y Jacob descubrieron en su piel. Intentaron superar el dolor juntos, pero finalmente sus vidas tomaron caminos separados. No existe una forma correcta o incorrecta de afrontar la pérdida. Cada uno lo vive como mejor le parece o intenta seguir adelante. Pero, ¿cómo puedes seguir adelante si no sabes toda la verdad? ¿Cuando no es un duelo lo que tienes que afrontar, sino una misteriosa desaparición? ¿Vivir con la esperanza de que algún día volverá a casa? ¿Seguir engañándote a ti mismo? ¿O dejar de esperar, con la certeza de que ya sabes la respuesta? ¿Y revolcarse en la culpa? En ambos casos no se trata de vida, sino de supervivencia. Continúa caminando, día tras día, esperando la verdad. Quince años después, una llamada que estaban esperando volverá a poner patas arriba la vida de Tere y Jacob. Les pondrá ante la opción de emprender un largo viaje. Un viaje que atraviesa Estados Unidos, de Norte a Sur, y un viaje interior por el camino de los recuerdos. ¿El destino? Allí donde empezó el fin de todo.

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Capítulo 1

El verano estaba por comenzar y Tere no podía dejar de pensar en los largos días pasados inmersos en la naturaleza.

Paseos interminables por los senderos, paseos en bicicleta, avistamiento de aves, picnics, unos chapuzones en el lago y mucho más.

Se podría decir con certeza que a estas alturas Tere ya no estaba sentada frente a ese pupitre escuchando una lección de literatura. Ella ya estaba fuera, libre como un pinzón y feliz como siempre.

Por más interesante que pudiera parecerle (y curiosamente no fue la única) la lección sobre Edgar Allan Poe, los poemas y las historias no fueron lo que más la intrigó en ese momento.

Toda la clase participó en el debate que el profesor había organizado hábilmente, feliz de poder encontrar por fin un autor que no hablaba de independencia y colonialismo en todos sus escritos.

Pero ya sabes, los adolescentes son amantes de todo lo románticamente macabro y aterrador.

Así que nadie prestó atención a ese pequeño avión de papel que, impulsado por la ligera brisa del verano, volaba entre sus cabezas, a veces con impulso hacia arriba, otras casi hundiéndose.

Como guiado por una fuerza extraña, pudo sortear sin problema los obstáculos que se interponían en su camino.

Hasta que cayó al pie del escritorio de Tere, acomodándose y deslizándose como si todo estuviera calculado.

Ese leve crujido llamó la atención de la niña y, bajando la mirada, Tere sonrió ante el objeto de papel, como si se tratara de una persona real.

Extendió la mano para agarrarlo y tan pronto como lo colocó sobre su escritorio, lo abrió.

Extendió sus alas y las estiró hasta que quedó solo un cuadrado de papel, lo que era originalmente.

En el centro de la hoja, una inscripción. "¿Quieres mantener el equilibrio conmigo al borde de la eternidad?" recitó la frase, sin firma alguna.

Pero la referencia tan descarada a Allan Poe, junto con esa letra y el conocimiento de que sólo una persona podía enviarle notas secretas, la hizo girarse para mirar a un niño sentado tres bancos detrás de ella.

Jacob Mastrani la miró fijamente con una sonrisa maliciosa iluminando su rostro. Con los brazos cruzados, solo esperaba su reacción pero ya estaba claro, por la forma en que la miró, que sabía cómo iba a terminar.

Y Tere simplemente no tenía ganas de decepcionarlo. Ella movió sus labios, pero sin dejar salir un solo sonido de su boca, para darle un simple y feliz sí.

Era una mañana ventosa. El sol, alto en el cielo, calentó bastante la tierra y la piel de quienes decidieron permanecer al aire libre, pero el viento, que soplaba con regularidad, proporcionó cierto alivio.

Desde la casa donde Tere había crecido se podían escuchar los gritos de alegría de los niños que, aprovechando el inicio del verano, habían decidido darse un baño en el lago.

Ella también iba allí a menudo, cuando era niña, y sólo guardaba buenos recuerdos de ese lugar. Allí dio su primer beso. Allí vio por primera vez al hombre que más tarde se convertiría en su marido. Allí ella le dijo que estaba embarazada.

Y precisamente porque la orilla de ese lago estaba ligada a demasiadas etapas de su vida, Tere evitó incluso pasar allí por casualidad. A costa de hacer un largo viaje para evitarlo.

Podía sentir su presencia, a poca distancia de su casa, siempre constante, pero intentaba ignorarla.

Como aquel día, cuando se bajó de su vieja camioneta Chevrolet, de los años ochenta, en un color verde militar un poco descolorido por el tiempo.

Llevando en sus brazos una caja grande repleta de cuentas y otros elementos que necesitaba para sus creaciones artísticas, cerró la puerta del auto de una patada e intentó caminar por el camino de entrada sin tropezar.

-Aléjate, gato-, le gruñó al gato de la vecina que, como todos los días, estaba tumbado en el escalón de su terraza.

Ella casi lo pisotea mientras intentaba subir las escaleras y él, en respuesta, saltó, les sopló y salió corriendo, probablemente para molestar a algún otro habitante del lugar.

Tere puso la caja en el suelo, para poder moverse libremente, y antes de hacer nada más giró la cabeza y miró al cielo.

Pudo mirar el sol durante unos segundos antes de verse obligada a apartar los ojos de la vista cegadora.

Buscó tranquilamente las llaves de la casa en su bolso, tanteando dentro y encontrándolo todo. Pañuelos, tampones, caramelos, espejos.

Pero no tenía prisa, ni citas diarias, ni nadie esperándola. Entonces se tomó todo el tiempo que necesitaba.

Abrió la puerta para poder entrar con la caja en sus brazos, y justo cuando entraba a la casa, el teléfono empezó a sonar.

Ese molesto sonido siempre se había colado en sus tímpanos y, en los últimos quince años, se había convertido en una auténtica pesadilla.

Cada vez que lo escuchaba no sabía si esperar buenas o peores noticias.

Demasiados recuerdos dolorosos estaban vinculados a un teléfono que sonaba y, a pesar de todas las decepciones, ella siempre había ido a contestar con una vena de optimismo para hacerle compañía.

Al principio ni siquiera podía dormir bien, siempre con el oído atento, dispuesto a escuchar cada pequeño sonido.

Porque podían llamar en cualquier momento y ella tenía que estar preparada.

A menudo no lo hacía sonar más de dos veces, tan cerca estaba esperando. Pero con el tiempo incluso eso fue devorado por la mera rutina.

Ya no pensaba en ello obsesivamente cada instante de su vida y ya no pasaba su tiempo sentada frente a esa cosa.

Pero aún así hizo clic cuando lo escuchó sonar y, aun así, dejó caer todas sus cosas al suelo sin dudarlo demasiado y corrió hacia la encimera de la cocina donde guardaba el dispositivo.

Lo hizo de forma instintiva, sin siquiera pensar en quién podría ser. Quizás fue solo la vecina que le preguntó si había visto a su gato.

O tal vez su tía preguntándole, por enésima vez, si quería comer con ellos ese fin de semana.

Ya ni siquiera se preguntaba si era correcto esperar esa llamada especial, la que había estado esperando más que nunca en los primeros días.

Pero cuando escuchó esa voz, una voz que nunca podría olvidar, su corazón dio un vuelco. Y la esperanza, esa vieja amiga traidora, regresó a ella.

La realidad era que nunca había perdido la esperanza, no podía hacerlo. Por eso, siendo tan optimista como era, inmediatamente pensó que si él la llamaba era para darle una buena noticia.

Ni por un segundo pensó en lo peor. Y por esto se sintió decepcionada, una vez más.